domingo, 29 de julio de 2012

Soñar en la calle

Soñar en la calle, con el frío que cala hondo y perfora los sentimientos debe ser utópico. Cerrar los ojos y dejarse llevar, soltar las amarras que nos sujetan al suelo y echar a volar. Desplegar las alas atadas y comenzar a surcar las alturas dividiendo nubes. Debe ser fácil hacerlo si en las noches no hicieran temperaturas extremas que nos asemeja más a la Antártida que a Cuba. Pero, escapar no se puede, la cadena todavía está sujeta al muro. Es implacable.
Soñar en la calle debe ser una misión, prácticamente, imposible de realizar o, al menos, de intentarlo. El cielo ennegrecido, que augura heladas filosas, es determinante para la voluntad del soñador y el que quiera probar un poco de ese plato.
Soñar en la calle mientras la frialdad y frivolidad de los que miran sin ver, de los desentendidos que portan desconfianza pasa al lado queriendo evitar una realidad inevitable. Esa atenta mirada solo entorpece el camino de los anhelos que pacientemente aguardaron durante el día su momento de reinar. Los invisibles son evidentes y los urgentes son inútiles.
Soñar en la calle no es tarea fácil pero no es imposible. Algunas veces, cuando el gélido compañero ha dominado la situación, aparece un ángel, sin túnicas ni aureolas, con el remedio para los dolores. Estos servidores, la solidaridad y la humildad, aportan esperanzas para creer que la realidad no es más que un camino para volver a soñar. Que las sujeciones son momentáneas y el tiempo de volver a cerrar los ojos con ilusión llegará pronto.

lunes, 23 de julio de 2012

Volveremos a ser uno...


Habrá un momento en el que volveremos a ser uno
en el que no habrá más que nosotros,
en el que estaremos perdidos pero juntos,
en el que un abrazo nos fundirá eternamente,
en el que la distancia serán dos besos
en el que el mundo se detendrá hasta que te vuelvas a marchar.
Habrá un momento en el que volveremos a estar cerca,
volveré a tener la mirada perdida en tus ojos,
volverás a tener tu mano tranquila en mi mano,
volveremos a sonreír sin sentido y a suspirar con delirio,
volveremos a andar por andar sin rodeos,
andaremos por la simple necesidad de estar juntos,
para sentir que nuestro aire esta viciado de tu perfume,
para vivir exiliados del tiempo y escondidos de la realidad,
estaremos juntos para revivir aquel primer día
pero para no olvidar este ultimo.
Habrá un momento en el que volveremos a ser uno
y tus brazos volverán a estar cerca,
tus labios se volverán a convertir en mi camino al infierno
tu cuerpo será la vía más rápida a la condena de mi alma,
serás el instante que nunca acabará,
el que nunca quisiera que termine.
Habrá un momento en el que volveremos a ser uno…

viernes, 20 de julio de 2012

Mientras


Mientras estoy pensando en la manera de no pensar, intento canalizar el rumbo de mi mente hacia un destino algo diferente. El sol está rendido a los pies del horizonte y la luna comienza reinar sobre nuestras cabezas. Algunas estrellas asoman y yo, todavía, sigo empecinado con mis circundantes historias. Hay un halo de tranquilidad en la noche que comienza y, a la vez, un alboroto lógico producto de los festejos. En realidad es excusa para festejar, para colmar la ciudad y desbordar bares con júbilo y regocijo. Yo, sigo sin avanzar. Estoy detenido en la mirada, en los ojos, en la sonrisa. El movimiento de autos comienza a hacerse sentir y las bocinas empañan los albores de la noche. Coloridos y fervorosos invitados se reúnen alrededor de mesas apiladas en lugares imposibles.  El espacio físico no afecta ni es detalle a tener en cuenta, las masas se mueven para festejar y en la alegría no hay molestias ni modestias.  Todo está listo menos yo, estoy atascado en la idea de ir o volver, de sentir y  soñar. Lo que gira se transforma en un paisaje que no miro pero son coloridas expresiones de un mundo cada vez más monocromático. Estoy al borde, en el filo del abismo de una ilusión lejana y remota que comienza a parecer el mundo. No solo por lo alocado sino, también, por lo grande e increíble. Estoy al pie del encuentro o el desamparo pero siempre con la ilusión de la mano.

jueves, 19 de julio de 2012

Si una mano...


Si una mano se posara en mi pecho podría sentir la exaltación, el desborde completo de un corazón que busca explotar. Quizás salir. Quizás volar. Quizás. Un crepitar constante de latidos que fuerzan la maquina al máximo poder.
Si una mano se posara en mi pecho podría sentir la locura y el infinito deslizándose por el torrente sanguíneo que me recorre a lo largo y a lo ancho. Podría darme una vuelta en un suspiro y anhelarme con solo cerrar los ojos.
Si una mano se posara en mi pecho podría contener la furia amontonada en las horas de soñar con los ojos abiertos sin hacer nada por el momento que se acaba de consumir. Podría liberar las cadenas que me sujetan a una invisible pared de sufrimientos y torturas. Abriría las puertas clausuradas por el olvido.
Si una mano se posara en mi pecho podría comprobar que el amor no es la velocidad de los rítmicos latidos, no. El amor es algo que nos explican con palabras pero nunca podremos comprenderlo hasta sentirlo. El corazón sosegado y complacido entregado a los deseos y la imaginación de que todo puede ser, refleja la posibilidad de un encuentro real con el verdadero sentimiento.
Si tu mano se posara en mi pecho podría comprender lo que mis palabras no lograrán explicar jamás. Lo que mis silencios reflejan pero no transmite. Lo que mis discursos abundantes nunca especifican. Lo que mi mirada dice pero calla. Lo que mi mente cree pero duda. Podrá entender que allí vive y crece día a día el fulgor de tu alma y amor por vos.  

domingo, 15 de julio de 2012

Conectar


Un saludo contenido,
la palabra apretada por la ansiedad
por la prohibición,
por la urgencia de verte,
por las distancias que nos dividen.
Hago un intento, una palabra,
un hola que tal,
simple pero directo,
simple pero preciso, para llegar,
para conectar,
para reclamar lo que es mío.
Las promesas y los suspiros,
los momentos perdidos y encontrados,
insisto con verte, con acercarme,
quiero rodearme de tu calor,
de tus besos, de tus manos,
de tu alma, de tu boca,
de tus idas, tus venidas,
tus miedos, tus osadías,
quiero estar ahí, contigo,
revivir lo que ha muerto,
enloquecer con lo vivido.
Un saludo contenido,
en la lejanía, en la duda,
una respuesta, una mirada,
un hasta luego, quizás,
un adiós,
para siempre, tal vez,
una espera y nos volveremos a ver.

jueves, 12 de julio de 2012

Olvido


Allá desprotegidos van nuestros deseos,
la usurpación y la necesidad,
de la mano y en declive hacia el final,
nuestro final.
Andan con firmeza, con convicción
como la pasión del enfermo
que poco a poco muere,
que a medida que el tiempo pasa se consume,
se muere.
Cae por completo en la lucidez
del desencanto y la realidad,
de la mano van la locura,
el deseo
y vos,
y yo.
Despacio se alejan,
se van,
sin mirar atrás,
será un adiós sin adiós.
Se habrá desvanecido del todo,
no habrá mas nada que contar,
el final nos consumirá
y la historia nos olvidará.


sábado, 7 de julio de 2012

Maribel


El destino y la soledad me llevan al banco de una estación de trenes. Fue tanta la casualidad que ni siquiera atine a mirar cuál era. Quizás sea una de las que recorro usualmente al volver de trabajar pero no, no logro distinguir detalles que mi mente pueda asociar con un lugar conocido. En definitiva, estoy sentado mirando como la gente va y viene sin parar. Ellos van con un rumbo definido, en la búsqueda de algo, o alguien, que los reciba con la calidez que afuera dejo de existir.
Mientras aquí espero, observo a mí alrededor. Con la mirada perdida en algún punto, mirando sin mirar, un aroma intenso y profundo me abofetea para hacerme sentir la realidad. En un instante recobro la consciencia, vuelvo a tierra, y comienzo a buscar el origen de tal perfume. No fue difícil, a unos escasos metros, una mujer de pulóver blanco y pollera azul que, con elegantes y refinados movimientos busca lugar en una mesa próxima a la mía. Si bien no está vestida de gala, no puede pasarse por alto su esbelta y delicada figura, las líneas que se dibujan sobre la ropa demarcan el contorno de una dama perfecta. Sumado a esto, su actitud relajada y despreocupado, la hacen aún más bella y atrayente.
Mas allá de todos los transeúntes que recorren los pasillos está ella, Maribel, así decidí llamarla. Sentada solitaria esperando a que los minutos se consuman. La imagino esperando a un novio, un amante, tal vez, o tan solo a que salga el tren que la conduzca a su destino.
Mi tiempo se ha perdido, ya no solo no se dónde estoy sino que, además, no se cuánto hace que estoy sentado en esta butaca verde. No me preocupa. No me interesa. Solo estoy aquí con ella. Mis ojos están fijos en sus movimientos. Ella lo sabe, es consciente de que la miro pero, su discreción hace que no se note mi escaso disimulo. Un debate interno se abre en mí. Ir a acompañarla o seguir expectante. Intentar o arrepentirme después. Las vueltas y mi indecisión hacen que no me arriesgue, que malgaste valiosos segundos y esto me aleje de estar frente a ella.
En un descuido, quizás mientras dilucidaba qué hacer, alguien se sienta junta a Maribel. Un hombre algo mayor que ella, lo evidencian los trazos blancos en su cabellera. Él la saluda y comienza a hablar como si la conociera. Le pregunta por su vida, su trabajo, sus sueños. Ella, mi mujer misteriosa, sigue allí y consciente que yo todavía la espero. El inoportuno visitante insiste con el dialogo al punto de parecer un interrogatorio policial buscando una veta que le de acceso a más. Ella le cuenta que mañana es su cumpleaños, que a la noche saldrá a festejarlo. En un nuevo intento rapaz, el caballero insiste hasta confrontar con la realidad menos querida, su corazón tiene dueño. Esta noticia desconcierta al atrevido muchacho que, poco a poco, comienza a desplegar una sinfonía de excusas que le permitan salir airoso de la charla. Ella ya no habla, solo asiente con la cabeza, con una minúscula sonrisa que denota relajación. Él se levanta, la saluda y se va. Ella vuelve a estar sola y mis posibilidades vuelven a renacer.
El debate resucita pero, sorpresivamente, Maribel se levanta y comienza a arreglarse para irse. Quizás su tren haya llegado. Quizás ese amor que decía haya entrado a la estación. Sea cual fuera la razón, ella se estaba por ir. Mi pecho exasperado por la impotencia de no haber hecho nada me impulsa a hacer algo pero mi cuerpo no responde. Ella ya está lista. Comienza a caminar y, al pasar junto a mí, se detiene, me mira y dice: - Es la última vez que jugamos a esto de no decir nada mientras un extraño intenta conseguir lo que solo vos pudiste.
Me pongo de pie, le sonrío y, luego de besarla, nos alejamos juntos a casa.

jueves, 5 de julio de 2012

Sobre tus pasos


En un momento más todo habrá concluido, las puertas se habrán cerrado y atrás quedará el recuerdo de lo que fue este instante. Este momento en que estuvimos al alcance de una mirada la distancia de un beso. El sonido que sella el final será el que produzcan tus pasos al alejarte, al irte detrás de un sueño. Aquí, aquí solo quedan los despojos de lo que alguna vez existió. Los retazos de una pesadilla que comienza sin indicios de terminar. Pareciera como si contigo se fugaron la esperanza y la ilusión. Las horas se volverán años y los segundos serán eternos. La pesadez de nunca acabar habrá condenado mi existencia y la indecisión habrá sido mi tortura infinita. Habrá rendición incondicional del deseo y el amor que contigo se fueron y nunca volverán. Habrá, en definitiva, soledad y una espera interminable de que vuelvas sobre tus pasos. Entre lágrimas y lamentos, solo puedo añorar tu regreso. Solo puedo creer que esa puerta que te aleja ahora, mañana será abierta y tú aparecerás como si nunca hubieras partido. Como si este mismo acto que vivo ahora fuera la peor pesadilla jamás soñada. Sin embargo, más allá de todo, de los idílicos pensamientos, de la autodestructiva sensación de abandono estaré yo aquí, esperando algún día vuelvas a mí.

miércoles, 4 de julio de 2012

Barrio... ¿uno?


Hace tres semanas estoy aquí. En esta pocilga de lugar que algunos se dan el lujo de llamar “hogar”. Con las comillas y la fuerza de las palabras, con la firmeza de que en nada se parece a lo que llamaríamos: Hogar. Aquí, en medio de la nada, lejos de todo pero a las puertas de la entrada al resto del mundo, cada uno sigue su camino sin mirar quien camina a su lado. Sin siquiera darse por enterados que el universo se mueve y con cada paso que damos estamos más lejos de encontrar una calle que nos permita salir de este encierro voluntario. Aquí, más que en otro lado, el dinero garantiza la permanencia no la paz ni la tranquilidad. Aquí un par de papeles hacen de tu estadía una verdadera experiencia inolvidable lejos, muy lejos, de lo que se pueda soñar. De lo que se pueda esperar al abrir los ojos cada mañana.
Hace tres semanas que estoy aquí y nada parece haber cambiado de la última vez que pise este suelo. Aquí, todos parecen ausentes y sin rostros. Sus caras han sido borradas por completos de su cabeza, solo son seres que se mueven y, ocasionalmente, mueven la boca gesticulando algo. Tal vez sean palabras, no lo se. No logro comprender que es lo que quieren decir. No logro conectarme con la incomunicación de sus vidas. Detrás de las paredes que rodean este cuarto que ha sido mi refugio, mi celda, mi cueva, se pierden personas y pasiones. Desaparece la sensación de humanidad y el encierro se vuelve una esperanza contra la soledad que abunda en las borrascosas montañas de aburrimiento.
Hace tres semanas que no salgo más que por el pasillo que me conduce, ida y vuelta, a una calle jamás transitada. Que recorro veredas descoloridas y peladas de flores. Aquí han sido proscriptos los bellos jardines y los pájaros desterrados. Ni siquiera el pasto quiere crecer en este barrio de nombre numérico pero, que en un ranking, no ocuparía el lugar que el cartel de entrada dice. Estaría, si no lo está, cerca del fondo, cerca de un infierno. O de otro. Pero lejos del cielo. Muy lejos aunque desde aquí se consiga un atajo a la nubes.
Hace tres semanas que la rutina me salva de perderme entre los desafortunados y voluntarios habitantes de estas cuadras. Ellos, que elijen llamar “hogar” a esta pocilga, solo disfrutan cuando se van. Ellos no lo dicen. Ellos no lo reconocen y yo, un visitante temporal, puedo afirmarlo cada vez que mi nave rumbea lejos de este paraje. Ellos lo saben pero no lo dicen, la popularidad los sacudiría, les haría perder el titulo y la nobleza de ser el Barrio Uno y acabar siendo, justamente, el Barrio Final.