jueves, 19 de julio de 2012

Si una mano...


Si una mano se posara en mi pecho podría sentir la exaltación, el desborde completo de un corazón que busca explotar. Quizás salir. Quizás volar. Quizás. Un crepitar constante de latidos que fuerzan la maquina al máximo poder.
Si una mano se posara en mi pecho podría sentir la locura y el infinito deslizándose por el torrente sanguíneo que me recorre a lo largo y a lo ancho. Podría darme una vuelta en un suspiro y anhelarme con solo cerrar los ojos.
Si una mano se posara en mi pecho podría contener la furia amontonada en las horas de soñar con los ojos abiertos sin hacer nada por el momento que se acaba de consumir. Podría liberar las cadenas que me sujetan a una invisible pared de sufrimientos y torturas. Abriría las puertas clausuradas por el olvido.
Si una mano se posara en mi pecho podría comprobar que el amor no es la velocidad de los rítmicos latidos, no. El amor es algo que nos explican con palabras pero nunca podremos comprenderlo hasta sentirlo. El corazón sosegado y complacido entregado a los deseos y la imaginación de que todo puede ser, refleja la posibilidad de un encuentro real con el verdadero sentimiento.
Si tu mano se posara en mi pecho podría comprender lo que mis palabras no lograrán explicar jamás. Lo que mis silencios reflejan pero no transmite. Lo que mis discursos abundantes nunca especifican. Lo que mi mirada dice pero calla. Lo que mi mente cree pero duda. Podrá entender que allí vive y crece día a día el fulgor de tu alma y amor por vos.  

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