martes, 28 de enero de 2020

Pasión


Un galpón descolorido y bastante dejado a merced del paso del tiempo. Las paredes con efectos visibles de no recibir colores hace ya años y los pisos resquebrajados por tantas horas de deportes y otras actividades bajo ese cielo metálico que nos cubre del sol radiante. El frío y la tristeza en aquel espacio parece infinito. En medio de este escenario lúgubre y de pocas luces, de pocos sentimientos y expresiones, se va reuniendo una multitud de hinchas que vienen a hacer tiempo hasta que todos, en patota, puedan rumbear hacia el punto de reunión fijado: el estadio. Allí, entre la gente, todo es distinto. Hay color, calor y emociones variadas. Hay pasiones inexplicables, porque el fútbol es eso, una pasión sin explicaciones ni lógicas. La multitud canta al unísono entonando melodías variadas reconvertidas a canciones de cancha donde el amor eterno y el odio al rival participan por igual.
En medio de todo ese mundo paralelo al que se vive en cualquier otro rincón de la ciudad, hay un chico, un nene. Tendrá, calculo, unos 8 años. Está parado de la mano de un hombre, tal vez el padre, el tío o un hermano mayor. Él está ahí, absorto y envuelto en la magia que desprenden los cánticos y la percusión. Mira, por así decirlo, al cielo plateado y sonríe. Tiene una sonrisa enorme, gigante, donde se le ven hasta las muelas. Mueve sus brazos al son del ritmo que los músicos marcan. Mueve su cuerpo con alegría y efusividad. Está, pero no está, su cuerpo, ahora sobre los hombros de ese hombre que lo acompaña, se mantiene allí, pero él no, él está volando. Las notas y el constante retumbar de tambores entre aquel campo de cemento son como alas para esa alma libre. Es feliz. Se nota. Él ve colores y alegría, ve una fiesta y amor, ve y siente el calor del mundo que se mueve a su lado. Él ve, pero sus ojos no. Sus ojos no le permiten ver la luz, pero no ve oscuridad. Todo lo contrario. Sin siquiera saber los colores los siente como ninguno, sin posibilidad de ver cuánto movimiento y agitación hay a su alrededor, puede notarlos y vivirlos con la intensidad de los demás. No es diferente. No es distinto. Es uno más y, tal vez, el que más entienda que la pasión no está en lo que los ojos ven sino en lo que el corazón siente.



La pasión en una imagen