viernes, 28 de abril de 2023

La medida de la muerte

La muerte se mide a partir de la vida vivida, el tiempo entre el primer llanto y el último, son lo que definen quienes fuimos y que legado queda de nosotros. Podemos pensar en los hijos, grandes obras majestuosas, obras que carguen el rotulo de nuestro nombre o la fama de haber vivido. Pero nada de eso trasciende más como las marcas que quedan registradas en el alma de aquellos que logramos tocar con gestos mínimos. Un beso, un abrazo, una palabra o un silencio oportuno pueden ser más trascendente que una fortuna sobre la mesa.

Somos seres efímeros que para poder pensar en vivir tenemos que ser conscientes que vamos a morir. No se puede elegir el cómo ni mucho menos el cuándo, pero construyendo un día a la vez, poniendo en cada uno de ellos nuestro mejor intento podremos hacer una sumatoria de días donde reinó la buena voluntad por sobre el dejar que corra. No podremos ser o hacer miles de cosas, pero podremos ser y hacer muchas otras. Las temporadas de la vida nos llevaron a entender que hoy no es ayer y que mañana tal vez no es mejor. O tal vez sí. Pero sin el hoy mañana será un misterio sin resolver que se convertirá en una utopía inalcanzable como la zanahoria del burro.

La muerte se mide a partir de la vida, porque una no es sin la otra. Y ambas son tan absolutas e indiscutibles que nunca podremos negarlas. El que viva sabrá que morirá. Y el que muera habrá vivido. Por más que intentemos negarlo, morir es parte de la vida. Entender que llegar a ese destino libre de peso innecesario, nos dará un camino mucho menos complicado. Porque complicaciones van a existir. Siempre. Es nuestro deber elegir qué llevar y que no. Convertirnos en Sísifo es una decisión personal. Yo prefiero no hacerlo y vivir un día a la vez.