domingo, 24 de julio de 2016

Mundos Paralelos

Afuera el viento suena y sacude a los desprotegidos. Aquí, adentro, donde el calor es un privilegio y la comodidad un lujo, la música hace que los sucesos exteriores pasen inadvertidos. Un poco de blues, un poco de Jazz. Las melodías envuelven el lugar para hacer mas placentero el atardecer gélido de agosto. El mullido sillón parece ir comiéndome poco a poco. Como si fuera cayendo en la garganta de alguna bestia gigante lentamente. Los parpados, pesados como rocas, comienzan a caer lánguidamente. Apenas veo, como espiando, hacia el fuego que ilumina mi chimenea. En ese mirar pero sin mirar, mi mente dibuja imágenes y situaciones ideales, pasados poco afortunados, oportunidades perdidas, éxitos conseguidos. Cierro completamente los ojos y la imaginación vuela con la música. El cuerpo pareciera flotar. O ya fui devorado por completo.

Afuera el viento sacude el mundo. Los árboles y los techos vuelan. Adentro, es un universo aparte. Un limbo que existe solo en mi mente ¿Sólo en mi mente? Quizás. Quien sabe. La puerta que divide las realidades tiene dos colores. Uno desde mi punto de vista. Otro desde el caos reinante más allá de su limite. Todo es más allá de los límites de mi puerta. Así quiero que sea, así es como elijo que ocurra. Soy creador y destructor de la paz que existe en estas cuatro paredes. Soy promotor de la magia que genera la música que ocupa el aire en este cuarto. Nada más me preocupa. Nada más me ocupa. El aquí. El ahora. Con vos. 

miércoles, 20 de julio de 2016

No me esperes…

No me esperes dijo y cerro la puerta desapareciendo detrás de la madera. Instantáneamente se me congelo el alma de incertidumbre. De miedo. No saber cuando iba a volver o, peor aún, si iba a hacerlo, me desbordo de miedo. Qué hacer hasta el momento en que esa puerta vuelva a abrirse y su sonrisa vuelva a atravesarla. Fueron tantas las preguntas como incógnitas. Todas sin respuesta. Todas sin salida. Opte por lo mas simple, rogar que el tiempo, tirano él, no castigara mis ansiedades.
Caminé de un lado al otro tantas veces que ir y venir ya no tenia sentido. No sabía si iba o volvía, o si realmente me movía. Estaba preocupado, estaba nervioso. Quién sabe que podría pasarle allá afuera, en este mundo tan cruento y acelerado. Volví a mi sillón, el que uso para ver televisión. Esta vez no parecía tan cómodo, tan relajante. Me sentí como si sus mullidos almohadones fueran de piedra y su terciopelo rojo fuera áspero como una lija. El café estaba helado, completamente amargo. Todo parecía jugar con mis sentimientos de urgencia por verla volver, por sentir el rechinar de las viejas bisagras de la puerta de entrada sonar anunciando su llegada.
Me levanté, casi instintivamente, y fui directo al dormitorio. Entre sin saber porque había ido. O que buscaba ahí. Me senté en la cama entre mis dudas y mis nervios. Despoje unos cuantos planteos destructivos y rearme mis palabras para cuando volviera. No quise gritar pero me nació, pensaba entre tantas cosas. Me taladraba con mis pensamientos. Cerré los ojos pero eran insoportables las palabras retumbando en mi cabeza. Un castigo.

Me levante y me encamine a la puerta de entrada justo cuando ella se abría. Ahí estaba, mi corazón latía incontenible, mis manos sudaban inquietud y mi cuerpo temblaba, estaba a merced de sus ojos. Estaba feliz, estaba abstraído en tiempo y espacio. Ni sabia lo que había pasado desde que se había ido. Pero ahí estaba. La mire, me miro. Nos miramos. Nos comunicamos sin palabras. Nos perdonamos sin decirnos más que eso. Ella me beso y yo volví a sentir mi alma completa.