martes, 29 de mayo de 2012
lunes, 28 de mayo de 2012
Soñar
La ilusa sensación de estar
soñando mientras estamos despiertos se destruye cuando el hambre pasa frente a
nosotros. Cuando el dolor cala hondo en el pecho marcando a fuego las huellas
de la realidad. Los idílicos pensamientos que la noche alberga, mientras las
sabanas nos protegen, distan cada vez más de lo que es el diario transitar por
las calles. Ahora, en este instante habrá quienes caminen “delirando” con proezas
heroicas o con princesas de cuentos de hadas y, al despertar, se encuentren con
que ese instante de felicidad, ese recuerdo, solo tendrá efectos futuros si la
sonrisa que han generado se hace duradera.
El dolor de abrir los ojos
y encontrarnos estancados donde nos vimos la ultima vez, nos recuerda que los
sueños no construyen pero si impulsan a mover los pies. A movilizar la voluntad
y el deseo de, aunque sea, tener un rato más ese poco de fantasía en medio de
tanto pesimismo y frustración.
En este mismo instante, que
algunos están muriendo y otros naciendo, habrá gente que esta haciendo de sus
sueños una realidad, una sensación tangible y al alcance de las manos. Estarán construyendo un mundo mejor, lejos de
las penas y más cerca del corazón.
martes, 22 de mayo de 2012
Solo quería...
Solo quería dejar por
escrito que hoy pase por aquí, como muchas veces. Estuve parado frente a estas
puertas una infinidad de oportunidades y siempre hice lo mismo: volví sobre mis
pasos por donde había venido. Resigne los sueños. Sacrifique la valentía para
volverme cobarde, una vez más. Me entregué a la cordura de decir y hacer lo que
debía ser y no lo que mi corazón declaraba a viva voz. El frío que doblega mis
huesos pareciera el lastre justo para sentir en cada pisada el peso de los errores. La lluvia
helada baña mi piel erizada y dolida por el impacto del huracanado viento que
amenaza la integridad de mí ser. Mi alma, tan golpeada como resignada, se aleja
del pórtico cargando sobre su espalda la tragedia de haber pensado y no
actuado. Arrastra las culpas de los errores que soportan los condenados y los
cobardes. Sufre. Se lamenta. Se arrepiente. Pero vuelve siempre hacia atrás, a
cometer los errores. A retroceder y no golpear. Llora. Se lamenta y suspira,
pero no golpea. Abandona e intenta seguir.
Solo quería dejar por
escrito, una vez más, la cobardía de estos tiempos en los que el miedo es más
que el hombre. En los que la balanza se inclina sobre la razón y desprecia el
amor. En los que la campana de tu puerta, ahora lejana, que no sonará jamás y,
sin embargo, no habrá día en que no me arrepienta. Dejo de lado la utopia para
volver a ser un mortal común y corriente que vive añorando lo que jamás hizo. Lo
que jamás hará. Lo que siempre dice y nunca será.
jueves, 3 de mayo de 2012
Un portazo y adiós
Fue un portazo y adiós. El
estruendo de la madera contra el marco metálico provocó el redoble de las
paredes. La explosión del llanto tras ese ruido socavo las esperanzas de la
reconciliación. Con los corazones debilitados, ambos miraron con rumbos
opuestos y fueron en busca de un sol que iluminara la tormentosa realidad del
momento. Ella, bañada en lágrimas de dolor. Él, ahogado en impotencia. Ambos
perdidos en la nebulosa de una sinfonía violenta de la decadencia del amor. Definitivamente
han sucumbido ante las posibilidades del encuentro con el amor.
Ahora, el río desborda de
agua salada originada en los ojos tristes de ella. Buscando desagotar en algún
mar de consuelo que permita sobrevivir a la noche de calvario y absoluta
soledad, encuentra anegados rincones sin salida. Ahora que las horas no
terminan, el dolor se hace tirano y dictador del alma en pena. Él, todavía
camina. Todavía busca en el cielo una respuesta que encierra su cuerpo. La
caída en este abismo sin fondo le niega la sensación de adrenalina, le esconde
la muerte el desenlace final de su salida violenta.
Ella llora, todavía, y
sufre en su cuerpo las heridas del abandono. De la soledad que tendrán sus
mañanas cuando descubra la inmensidad de su cama. Él siente en la garganta el
producto de la noche anterior. Los gritos y la euforia vertida en esa discusión
han dejado su marca. Sin embargo, ya no hay lágrimas, solo la pesadez del
encuentro con la realidad. La cruda realidad. Ella seguirá unos días así. Él,
también. Pero ambos volverán a creer que fue un portazo y nos volveremos a ver.
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