Solo quería dejar por
escrito que hoy pase por aquí, como muchas veces. Estuve parado frente a estas
puertas una infinidad de oportunidades y siempre hice lo mismo: volví sobre mis
pasos por donde había venido. Resigne los sueños. Sacrifique la valentía para
volverme cobarde, una vez más. Me entregué a la cordura de decir y hacer lo que
debía ser y no lo que mi corazón declaraba a viva voz. El frío que doblega mis
huesos pareciera el lastre justo para sentir en cada pisada el peso de los errores. La lluvia
helada baña mi piel erizada y dolida por el impacto del huracanado viento que
amenaza la integridad de mí ser. Mi alma, tan golpeada como resignada, se aleja
del pórtico cargando sobre su espalda la tragedia de haber pensado y no
actuado. Arrastra las culpas de los errores que soportan los condenados y los
cobardes. Sufre. Se lamenta. Se arrepiente. Pero vuelve siempre hacia atrás, a
cometer los errores. A retroceder y no golpear. Llora. Se lamenta y suspira,
pero no golpea. Abandona e intenta seguir.
Solo quería dejar por
escrito, una vez más, la cobardía de estos tiempos en los que el miedo es más
que el hombre. En los que la balanza se inclina sobre la razón y desprecia el
amor. En los que la campana de tu puerta, ahora lejana, que no sonará jamás y,
sin embargo, no habrá día en que no me arrepienta. Dejo de lado la utopia para
volver a ser un mortal común y corriente que vive añorando lo que jamás hizo. Lo
que jamás hará. Lo que siempre dice y nunca será.
A veces puede ser orgullo, otras miedo a enfrentar lo desconosido o un posible problema, seguramente hacer lo correcto es lo mejor, pero nunca digas nunca, eso es una gran verdad!! MUY BUENO
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