sábado, 10 de agosto de 2013

Pensaba en los héroes anónimos...

Pensaba en los héroes anónimos que nunca nadie conocerá. En los que sin capa ni espada lo dan todo a cambio de una sonrisa. No salvan doncellas en altas torres ni recuperan cuantiosos tesoros robados por piratas o villanos de turno. Ellos solo hacen lo que sienten sin buscar la gloria ni el reconocimiento.
Pensaba en los héroes anónimos que estos días se multiplicaron convirtiéndose, algunos, en los milagros de otros. Personas comunes (?) y corrientes que, circunstancialmente, pusieron sobre la mesa lo que muchos se niegan a arriesgar. Se vistieron de superpoderosos portando solo valentía y coraje en cantidades ilimitadas.
Pensaba en los héroes anónimos que mañana se habrán perdido en la multitud de desmemoriados que transita por las calles de esta gran ciudad solidaria. En estos hombres y mujeres que, en algunos casos, no estuvieron solos. No quedan dudas que, además de los ángeles de cuatro patas que los asistieron, hubo una mano divina que los protegió de sufrir las consecuencias de la negligencia, irresponsabilidad o inoperancia, lo que fuera, de unos pocos.
Pensaba en los héroes anónimos que hoy todavía sudan y sufren. Que todavía hoy, e incluso mañana, lloran lágrimas muy pesadas, cargadas de la angustia de no poder hacer más. Indudablemente héroes. Indiscutiblemente humanos. Increíblemente van a ser recordados por unos pocos. Lamentablemente, olvidados por un montón.

Pensaba en los héroes anónimos que son la esperanza de que esta sociedad todavía tenga salvación, porque ellos son de acá, o de allá, pero andan por aquí para recordarnos que podemos ser mejores. Que podemos aspirar a ser como ellos.

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