Pensaba en los héroes anónimos
que nunca nadie conocerá. En los que sin capa ni espada lo dan todo a cambio de
una sonrisa. No salvan doncellas en altas torres ni recuperan cuantiosos
tesoros robados por piratas o villanos de turno. Ellos solo hacen lo que
sienten sin buscar la gloria ni el reconocimiento.
Pensaba en los héroes anónimos
que estos días se multiplicaron convirtiéndose, algunos, en los milagros de
otros. Personas comunes (?) y corrientes que, circunstancialmente, pusieron
sobre la mesa lo que muchos se niegan a arriesgar. Se vistieron de
superpoderosos portando solo valentía y coraje en cantidades ilimitadas.
Pensaba en los héroes anónimos
que mañana se habrán perdido en la multitud de desmemoriados que transita por
las calles de esta gran ciudad solidaria. En estos hombres y mujeres que, en
algunos casos, no estuvieron solos. No quedan dudas que, además de los ángeles
de cuatro patas que los asistieron, hubo una mano divina que los protegió de
sufrir las consecuencias de la negligencia, irresponsabilidad o inoperancia, lo
que fuera, de unos pocos.
Pensaba en los héroes anónimos
que hoy todavía sudan y sufren. Que todavía hoy, e incluso mañana, lloran lágrimas
muy pesadas, cargadas de la angustia de no poder hacer más. Indudablemente héroes.
Indiscutiblemente humanos. Increíblemente van a ser recordados por unos pocos. Lamentablemente,
olvidados por un montón.
Pensaba en los héroes anónimos
que son la esperanza de que esta sociedad todavía tenga salvación, porque ellos
son de acá, o de allá, pero andan por aquí para recordarnos que podemos ser
mejores. Que podemos aspirar a ser como ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario