Lo extraño de estar lejos
de un sitio es la necesidad de volver a pisarlo, de sentir aquellos rincones
donde hace tanto no se podía estar como necesarios e importantes. Volver a
estar en esos lugares hace que pueda disfrutar el tiempo que pasó y el que vendrá.
La distancia no hace más que prometer abrazos y reencuentros con cada retorno. Con
cada nuevo descubrimiento que todo está tal cual lo recordábamos, que todo
sigue intacto a pesar de los años.
Pueden pasar siglos sin ver
de frente a la vieja esquina que tantas veces cruzamos sin mirar pero, aquella
nueva primera vez, hará que ésta sea increíblemente única y espectacular. Sus colores
gastados parecerán brillantes, sus paredes raídas deslumbraran de pomposidad. No
habrá manera de comparar algo que supo ser una imagen en la mente con el hecho
tangible y palpable de poder deleitarme frente a ese lugar. Siempre es mejor lo
que se encuentra a lo que se esperaba. Aunque haya veces que esto sea al revés.
Aquí nada es como tiene que ser.
Lo extraño de estar lejos
hace que uno tenga asegurada la vuelta. Si embargo, los años serán los que
decidan cuando sea el momento de volver. Mientras mas pasen, mayor será la sensación
de reencuentro con el que fuimos el día que partimos con la promesa de volver. Pero,
no siempre todo está como lo dejamos o lo esperábamos encontrar. Muchas veces
el tiempo hizo su justicia y construyó realidades impensadas. Hizo lo que debía
ser, simplemente, la vida siguió, como debe ser. Y aunque no se note, o si, ese
lugar y yo, ya no somos los mismos, los años nos han cambiado.
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