Ya se van y el silencio
vuelve a la paz a reinar donde, alguna vez, solo existió guerra. Ya se están yendo,
se alejan despacio el odio y la envidia. Van abandonando los caminos que, hasta
hace poco, fueron desbordados y colmados de tanta violencia. El tiempo cura las
heridas pero no borra los recuerdos. Las marcas serán eternas. Indelebles. A su
paso se nota el cambio. Los colores son nuevos. El negro cambia por un
brillante blanco. El fuego es ahora riego y renacer. La oscuridad pierde lugar
y la luz comienza a bañar los jardines. La historia parece lejana, el presente
parece prometedor.
Ya se van y los sentidos
permanecen inmóviles e impasibles frente a la sorpresa. El miedo esta doblegado
y rendido, no tiene la fuerza que tenia ayer. La censura y la mutilación de las
palabras es cosa del pasado. Los malandras y delincuentes están exiliados o
encarcelados. Los estafadores fueron estafados y ahora sufren la bancarrota
total. Los educadores y formadores de hombres y mujeres son dueños de la
realidad. Son hacedores de este instante y los que vendrán. La corrupción es
una palabra que solo existe en el diccionario. Solo se la conoce cuando se
visita los países vecinos.
Ya se van y la alegría es
generalizada, el regocijo y la felicidad son auténticos. Interminables. La esperanza
vuelve a crecer en los campos y las sonrisas ya no son exclusividad. Ya se van,
ya se van las horas de sueño y habrá que despertar. Ya se acaba el país de las
maravillas, ese que soñamos a diario. Que pena tener que despertar, que pena
tener que abandonar esta Argentina de ensueño para enfrentar la otra, la del
espanto, la de la desigualdad, la del ultraje, la violencia. Que pena habrá que
continuar. Habrá que buscar el sueño en la realidad.
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