La vida se basa,
simplemente, en un acostumbramiento constante a las situaciones, personas,
hechos, cosas y circunstancias. Vivir, necesariamente, es adaptarse a todas
esas cosas diferentes que suceden a nuestro alrededor y, con todo eso, hacer
algo que no nos destruya en el momento. Nos acostumbramos a vivir realidades
que no deberíamos, ni siquiera, considerar como posibles pero, todo lo
contrario. El abuso, la violencia, el desinterés, la falta de respeto, todos
comunes denominadores que muestran, y demuestran, que vivimos inmersos en un
mundo plagado de todas ellas y, más triste aún, con promesas de expansión. Las virtudes, los valores, los sentimientos,
todos bastardeados y vapuleados a más no poder (si se pudiera más, lo harían),
desvalorizados y denigrados a la máxima potencia.
Pero, si vivir no es
acostumbramiento y es un hacer y hacer día a día para tratar de crecer,
aprehender, compartir y, sobre todo vivir ¿Por qué seguimos dejando que sucedan
hechos inauditos? ¿Por qué seguir recostados en la cama mirando la realidad por
la ventana mágica que, alguna vez llamaron televisión? ¿Por qué no dejar de
vivir expectantes con vanidades y cambiar la realidad? ¿Por qué no hacer algo? Claro,
ahora entiendo. Es mas fácil dejar que el tiempo pase y aprovechar el propio
para cruzar los dedos, rezar o lo que sea, para que sigamos excluidos de las
fechorías que suceden a diario. Total, mientras sea al vecino al que lo afanen
o al de la esquina al que pisoteen, no importa.
Desgraciadamente así estamos
y, por como vamos, hay garantías de que podemos estar peor. Las posibilidades
siguen en contra de los buenos que, dicho sea de paso, cada vez son menos.
Buenos no son los que roban, los que matan, los que violan, los que estafan,
los que dicen y no hacen, no, estos son los parásitos que se engendraron cuando
empezamos a acostumbrarnos a vivir así. Cuando dejamos de preocuparnos y, mucho
peor, de ocuparnos por dejar una realidad diferente para las generaciones que
vienen. Buenos son aquellos que todavía están peleando. Solos o acompañado pero
peleando sin tregua. ¿Existirá el fondo? ¿Habrá posibilidad de subir? ¿Hasta
cuando la comodidad de hacernos los desentendidos? ¿Hasta cuando? Hasta que no
nos toque a nosotros, seguiremos acostumbrados a “vivir” así.
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