Finalmente aquí estamos,
parados en el comienzo de lo que será un nuevo día. El sol esta a punto de
tomar el dominio de los cielos marcando, otra vez, que el rige a su antojo los
destinos de la luz. Los pájaros comienzan a volar de un lado al otro como los
autos que, con el comienzo de las horas, van en aumento. El hormiguero humano
que puebla esta región revive con el despertador, al igual que los insultos
porque todavía es martes. Van y vienen agolpados y en el mismo instante. Siempre
pensamos que todos salieran cinco o diez minutos antes o después, las calles
serian pasajes desolados y no tuberías atascadas de transito. Todavía creemos
que los demás van a pensar como uno y, por las dudas, insistimos que ellos
hagan lo que nosotros creemos que van a hacer, y no hacen, ¿O esperabas otra
cosa? En definitiva, el día sigue su despertar, lento y cansino. La temperatura
todavía es agradable aunque el otoño empieza a dar muestras de su cercanía. Hay
que disfrutar de los veinte grados de hoy, mañana pueden ser muchos menos. Las lluvias
son bendiciones, un rato. Luego, comienzan a ser castigos y problemas para los
mismos que pidieron esa agua del cielo. ¿Se nota que somos complicados no? Salir
de casa es simple, llegar al trabajo no tanto. Ya hemos dicho lo que pasa con
el transito y el clima. Pero esa aventura, si se la disfrutara, haría que, por
lo menos, arrancáramos con una sonrisa. Ah, no, claro. Madrugar solo ayuda a
Dios, o al que invento el refrán, porque al resto parece bendecirnos con un malhumor
poderoso. Pero como Superman tiene su cryptonita, este tiene al café, que es la
cachetada perfecta para volver a sonreír.
En definitiva, aquí estamos,
empezando lo que va a ser otro condenado martes, donde todavía faltan tres días
para el viernes, para descansar y dormir hasta que el sol este pleno y
radiante. O hasta que nos despierte el hambre. Quedan por delante diez horas de
trabajo y un rato mas de vuelta a casa para poder respirar y decir,
simplemente, un día menos.
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