Por lo menos el
silencio se hace complaciente con mis ganas de bajarme de esta gran calesita
llamada “mundo”. Es cómplice y benévolo con el deseo de abandonar cualquier
intento por seguir con esta rutina que cada vez se vuelve más y más agobiante.
La mente, en un intento de ponerse en reposo, viaja a lugares paradisíacos
donde las preocupaciones se ahogan en las cristalinas aguas de este remoto
sitio. Que bienvenido seria el escape.
Sin embargo, no
todo brilla, no todo esta predispuesto para el relajo y el placer. Estamos en
plena semana, a mitad del año y a unas cuantas horas de abandonar el puesto de
trabajo. Nada puede ser peor, nada puede ser menos dramático. Pero, a pesar de
las penumbras, existe una salida de emergencias, un cable a tierra. Esta la
inventiva de la imaginación que puede teletransportarme a mundos ficticios
diseñado por otros como yo. Por otros que deseaban huir de esta locura. Por lo
menos creo que es eso.
Puedo cerrar los
ojos y verme conquistando doncellas atrapadas en castillos, volando por los
cielos con botas mágicas o, tal vez, conquistando islas desiertas. Caballero de algún reino, marinero de los
siete mares, bufón de algún rey, vagabundo o yo mirando la historia, no importa
lo que sea o haga, importa estar ahí y no acá. Quiero estar ahí, despreocupado
y relajado, esperando aventuras y desafíos. Sonidos, melodías y, hasta ruidos,
de bosques encantados o del eco de mi voz retumbando en gigantescos castillos.
Una historia, un cuento, una novela o una película, cualquiera es una excusa
perfecta para cambiar los roles, los espacios.
¿Peter Pan
deseará salir del país del Nunca Jamás y mudarse a Paris? ¿Robinson Crusoe
querrá una isla superpoblada? ¿Pulgarcito preferirá un avión a las botas?
¿Superman deseará ser un hombre común y corriente? No lo se, quizás los
personajes de los relatos que uno, a veces, utiliza para evadir la realidad
también necesiten vacaciones. Podríamos cambiar roles, negociar puestos o,
entender lo que a cada uno nos toco. Simplemente ser lo que somos con la
posibilidad de decidir que hacer, con la única e increíble capacidad de hacer
diferente cada día. Sin fugarse intentando evitar lo inevitable. Será cuestión
de navegar en las fábulas para disfrutar de las vidas plasmadas en el papel y
no como una excusa de lo que quisiéramos. Aunque, pensándolo bien, ¿Quién no
quiso ser Batman alguna vez?
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