sábado, 10 de marzo de 2012

Interrumpido


De repente quede a oscuras. El horizonte plagado de luces parpadeantes que muestran lo avanzada que está la “civilización” con respecto al terreno, se apagaron por completo. Apenas un poco de claridad en la distancia. Apenas un par de luces de los autos que parecieran no importarles que el mundo haya quedado en penumbras. Las sombras son totales. La Luna, dueña de estas ocasiones, está perdida detrás una gruesa pared de nubes que nos prometen una lluvia en la madrugada. Solo es tiempo de opacidad y esperar, en algún momento, volverá la luz.
Los autos que marchan incesantes están abstraídos de la realidad negra del resto de los habitantes de esta región. Muchos empiezan a encender faroles, algunos prenden velas y, enfrente, uno con linterna. Este último está parado en el umbral de su casa mirando a un lado y al otro, buscando un responsable. Alguien a quien reclamarle. Alguien a quien insultar. Debe hacerlo, necesita descargar su furia incontenible por el corte imprevisto en el momento menos apropiado. Necesita depositar la combinación de enojo con la euforia que lo aborda en este preciso momento que la antigüedad decidió ocupar las calles del barrio. Este hombre, que ahora camina nervioso por el pasillo de su casa, mueve los brazos arriba y abajo. Mira el cielo y vuelve a refunfuñar. Pareciera que reza, o sigue insultando. No se, quizás ambas. Esta inquieto, incontenible.
Luego de esperar cinco minutos, unos cinco larguísimos minutos para este vecino, la luz se apodera, nuevamente, de cada rincón, de cada hogar y cada ser que disfrutaba de la calma. El hombre que parecía enojado, corrió adentro. No pude resistirme a la curiosidad y espié por la ventana. Y allí estaba, sentado en un sillón frente al televisor, mirando un partido de fútbol.  Jugaba Racing y estaba ganando. Una victoria demoledora, increíble y poco acostumbrada. Racing ganaba y el desdichado hombre no podía disfrutarlo. Recién ahí distinguí su sonrisa, su calma. La electricidad no solo había devuelto la luz, no, también había bajado el alma de este fanático.
Cuando me alejaba comprendí su locura, su desidia, su desespero. Era lógico, la pasión y el amor por los colores no deben interrumpirse nunca, menos con un corte de luz cuando la victoria es tan hermosa.

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