Estamos
condenados a sufrir siempre las consecuencias de todo lo que suceda o deje de
suceder. A estar atados de un lado u otro del camino pero, al final de cuentas,
siempre atado a él. No hay manera de que uno pueda salvarse del destino que le
ha tocado aunque, de cierto modo, cada uno hace su camino mientras va
marchando. Ya lo repitió hasta el cansancio en poeta catalán en uno de sus
famosas canciones. Ahora, ¿Y el azar, dónde se lo ubica? ¿No tiene injerencia?
Si
consideramos que una persona cualquiera, que mantiene un nivel de vida según
los estándares y las recomendaciones sugeridas por las eminencias en la
medicina, sociología y cualquier otra rama que afecte a un hombre. Suponiendo
que este individuo haga todo a la perfección desde el primer instante que
despierta hasta la forma de dormir. Un verdadero reloj suizo. Entonces, y aquí
le damos lugar al “factor suerte”, ¿Por qué puede contraer enfermedades que
jamás hubiera tenido que sufrir? ¿Por qué lo atacan con supuestos cuando, como
hemos dicho, hizo todo tal y como fue previsto, pensado, diseñado, diagramado,
soñado y estipulado? ¿No existe aquí la intervención de la suerte, buena o
mala, suerte al fin? Entonces, puedo concluir que, si uno hace un camino basado
en la posibilidad de vivir para disfrutar de la salud, de las maravillas que el
mundo ofrece, del amor, del trabajo, de los sueños, no debe ir demasiado lejos
porque puede que la diosa de la fortuna le haya asignado algún mal, condena o
castigo. Lo que sea, que impida hacer que ese hombre se sienta realizado como,
tal vez, lo soñó alguna vez.
Por lo
tanto, si la suerte no existe y es un estado de la mente, ¿Por qué nuestra
vida, definitivamente, está condena a sufrir las consecuencias de eventos
imposibles de preveer y resolver y en los que no existe certeza alguna de que en el
siguiente suspiro comience a despedirme? En fin, creo que es cuestión de suerte
que me toque a mí o al vecino. Habrá que vivir y esperar a que la ruleta nos
regale un pleno y no una lágrima. A esperar un guiño y un poco de crédito para
seguir caminando.
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