Cada día que pasa me parece
más acertado pensar que la gente, la que habla por hablar, la que despilfarra
palabras al viento como si estuviera en una clase magistral, no sabe hacer otra
cosa. Viven de ese discurso ficticio donde todo lo que exponen tiene una base
tan frágil como un cristal. Los fundamentos: inexistentes. Y ya no pasa por
saber o no, va más allá, hasta el punto de pensar en el por qué de esta clase
de gente. Las razones que llevaría a una persona, medianamente, con cierta
coherencia a hacer este tipo de espectáculos vergonzosos. Siempre llego al
mismo punto sin retorno. Sin respuesta. No hay una explicación lógica, no hay
prueba científica de que esta gente sea, como dicen en sus disertaciones, los
expertos en casi todas las ramas de la vida. Quizás lo hacen porque necesitan atención,
quizás sea para demostrar algunos conocimientos adquiridos recientemente o, la
mas probable, para convencer al resto de la conveniencia de su amistad. ¿Conveniencia
de amistad? Claro un, supuesto, genio es una referencia extraordinaria para
seguir la cadena de charlatanerías. Totalmente descabellado.
Cada día que pasa me parece
increíble la cantidad de gente que se preocupa más por lo que carga en su
cuerpo que por lo que éste lleva dentro. Y no hablo de órganos o material anatómico.
Hablo de los sentimientos, de los pesares y las alegrías. De los pensamientos
profundos y los sueños que alimentamos a diario que, sin dudas, son el motor
necesario para poder dar el siguiente paso a cada instante. Casi al punto de
tomarlo drástica y definitivamente, creo que estamos en una pendiente tan
pronunciada que no podemos ver donde se detiene la inclinación y, con suerte, podríamos
frenar. Condenados a sufrir las consecuencias de locuaces aburridos con falaces
predicciones que solo cuidan de verse bien y sin preocupaciones (ni mucho menos
ocupación) de trascender. Hoy es el día pero mañana llegara y cuando lo haga,
no habrá lugar para seguir repitiendo una y otra vez las mismas adulaciones, los
mismos engaños. Habrá que renovarse y reinventarse para no caer en el rubro que
esta calaña de personas ocupa y desborda. Habrá que soñar para reconocernos
ignorantes y, desde allí, avanzar hasta que demos con el hombre que vemos cada
vez que cerramos los ojos. Para dejar una verdadera huella en el suelo que
pisamos. Y sino, siempre habrá lugar para uno mas. Entre tantos no se notaria.
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