lunes, 30 de enero de 2012

Rendido

El encanto de la música, de la voz que recorre todos los rincones es impagable. El placer de escuchar, de poder sentir como entra en los oídos la melodía, como se apodera por completo del ser, del que siente, del que vive las notas. Las letras que envuelven e invitan a soñar hacen del canto un arte superior. Aquí o allá, o donde sea que estemos pueden transportarnos de vuelta al lugar de donde venimos. O llevarnos a donde nunca hemos ido.
La música, que calma las bestias e incentiva a meditar, es la expresión más simple y, a la vez, suprema de la paz. Es la maravilla de poder conectarse con todos los sentidos. Porque siento y disfruto escuchado, deliro con esa sensación que recorre mi piel. Así mis ojos estén cerrados puedo ver todo aquello que imagino. Así mi lenga no tenga nada que palpar, siento el gusto por la combinación de acordes, el subir y bajar en los tonos de la voz, una delicia que no indigesta. Se respira por los poros, por cada una de las partículas del cuerpo. Mil colores que se representan, que se dibujan en las ondas que se producen en el aire. Es encanto, es estar hipnotizado y rendido a los pies de una fuerza que no somete con violencia, lo hace con encanto y delicadeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario