¿Será mucho
volver a plantear la idea de que una buena
pregunta puede abrir caminos? ¿Qué apretando el botón correcto muchas
puertas pueden abrirse? ¿Será difícil encontrar ese botón? ¿Habrá solamente
uno? ¿Cuántas opciones existen para poder llegar a donde quiero? ¿Cuántas
preguntas son necesarias para entender lo que nunca comprenderé? ¿Cuántas dudas
existirán en el camino del conocimiento? ¿Cuántas veces haré las mismas
preguntas esperando obtener otras respuestas? ¿Seguiré intentando que la suma
sea siempre a mi favor? ¿Seguirán las preguntas incesantes sobre los mismos
temas? ¿Habrá un mañana donde la certeza sea moneda corriente? ¿O la duda me da
la posibilidad de pensar? ¿O la duda y la certeza además de ir de la mano a
veces se divorcian? ¿Imaginar no es preguntarse cómo sería? ¿Si imaginar es
dudar entonces crear es afirmar que se ha encontrado un sentido a esa duda?
¿Crear no sería una reconciliación entre lo que creo y lo que es? ¿Seguiremos
pensando que preguntar tanto es tedioso? ¿Será posible conocer sin preguntar?
¿Entender sin interrogar es posible? Tal vez sembrar demasiadas dudas sea un
generar un laberinto interminable pero, la vida misma es eso. Es un camino
donde muchas veces no encontramos la salida y hay que cambiar el rumbo para no
volver a perdernos. Quizás una pregunta, una duda certera, pueda evitarnos ese
destino. O no. Simplemente habrá que preguntar y ver que pasa.
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