El paso del
tiempo tiene varios beneficios, y una contra según se puede ver. Es positivo
porque siempre va a existir un mañana, aunque haya momentos que queramos
congelar para siempre. Esa posibilidad nos abre un mundo de opciones, de
oportunidades para aprovechar. Siempre existirá un mañana que pueda superar, o
no, al día anterior.
Otro punto
fuerte es que el correr de los días, meses y, tal vez, años cura las heridas
que sangraron, que sangran y sangraran. No es mágico ni milagroso pero, con convicción
y un poco de amor propio, la siguiente página puede dar una vuelta de tuercas más
interesante que la anterior.
El tiempo
nos va dejando sus frutos. La experiencia de vivir, de pasar por diversas
situaciones hace que al andar la vida podamos recolectar esos hechos vividos en
nuestro bolso de viaje para ponerlos a flor de piel, para entender que no
debemos pisar nuevamente sobre viejos pasos. Nos abre caminos, nos da la
espalda para soportar el peso de hacer el propio. Nos enseña a ser hombres de
bien. A ser creadores de nuestro destino.
El tiempo
que pasa nos acerca a los sueños, a lo que alguna vez fue imposible. Con el
trabajo y la dedicación necesaria, con el sacrificio y el esfuerzo que merecen,
no hay forma que el tiempo no nos regale lo que buscamos. Pero, en caso
contrario, será implacable y totalmente devastador. No da segundas
oportunidades.
La única
contra, el mayor de los defectos que posee que las agujas del reloj avancen
incansablemente, es que si dejamos para mañana lo que debemos hacer, o decir,
hoy, no habrá manera de recuperar las oportunidades desperdiciadas. Si bien
mañana trae ciertas cosas, no lo hará si no hacemos hoy, ahora, lo que debamos
para conseguirlo. Soñar sin hacer es lo mismo que sentarse a esperar la fortuna
que nunca llegará. El destino esta forjado en cada instante, en cada decisión,
en cada pensamiento. El destino se esta haciendo en este mismo instante, ahora,
ya, no lo dejes pasar.
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