lunes, 23 de enero de 2012

En espera


Y allí estaba, solo y sin poder hablar con alguien. Ahogado en mi desesperanza, en mis pesados pensamientos que no me daban tregua. El aire era incomodo, lo sentía en mis pulmones como una carga, como si no fuera un ciclo constante donde lo que esta dentro, pronto estará fuera. El cuerpo demostraba, claramente, los efectos de la desesperación, de querer estar en otro lugar. Las manos sudaban a baldes. Mares de sudor se corrían por mis dedos. La camisa a cuadros se pego al cuerpo, dibujaba claramente la figura de mi espalda. La ansiedad se hizo tan grande que no concebía la calma. Parecía tan lejana como Marte. Como los sueños a la mañana. La pesadez se acrecentó, la desesperanza también. No había escapatoria, no había manera de salir de allí. Era mi turno, el odontólogo me llamaba. No podía correr, Él conocía mi rostro, mi condena estaba pactada. Mi sufrimiento apenas comenzaba. La sonrisa del profesional parecía entender mi pánico, mis ojos desorbitados solo se entregaron al dolor. Otra cita más, otro calvario, otra promesa incumplida, yo sabia que allí dentro “no duele” nunca llega. Siempre espera afuera porque tiene otro turno. Allí me tocaba estar y resistir. Y enjugar la boca y cruzar los dedos para que el tiempo vuele. Aunque siempre es eterno…

No hay comentarios:

Publicar un comentario