martes, 20 de noviembre de 2012

Una esquina... Parte I



Es la coincidencia la que nos reúne en esa esquina del barrio Del Abasto. Ella hace tiempo dejo de ser la mujer que recordaba. Yo, todavía soy lo que nunca quise ser. Pero ambos estamos allí, mirándonos, sorprendidos de la casualidad de haber hecho de nuestros tiempos el mismo para coincidir en el espacio. Nos miramos, sonreímos. No decimos nada, solo algunos gestos cómplices que rememoran lo que nuestros cuerpos han vivido. Mi saludo es tímido y retraído, como si fuera la primera vez que nos vemos. En cambio ella está mas suelta, sonríe y me besa en la mejilla. Como sucede siempre que encontramos a alguien que hace mucho no vemos, rememoramos la última vez que eso sucedió. Ella se acuerda de la película que vimos. Yo le recuerdo lo bella que estaba. Se excusa y agradece que mi memoria sea tan benevolente. Ninguno nombra el ultimo segundo donde tuvimos un mundo de por medio hasta este momento.
En ese repaso, aparece el instante en que nos despedimos, el momento donde nos vimos para que luego cada uno siguiera su camino hasta este instante donde la cercanía es inevitable y la ansiedad urgente. Mis manos evidencian, claramente, que un torbellino de dudas han colonizado cada rincón de mi ser. Ella, por su parte, se mantiene en calma, o eso parece, mientras habla y responde a cada palabra. La única muestra de debilidad es acariciarse su pelo constante e interminablemente. Para un lado y para el otro no deja de someterlo entre sus dedos. Yo, por mi parte, intento compaginar posibilidades e ideas que me remonten a márgenes favorables, a alguna forma que me acerca al pasado y a un futuro diferente de este presente lejos de ella. La había soñado tanto que aquí estaba pero, qué hacer ahora era el dilema.
Es en ese momento, cuando las dudas me colman, cuando su perfume dulce e intenso invade por completo mi cuerpo generando un recorrido audaz y veloz de mis sentimientos liberando la bestia que duerme en mí. La dejo ser, dejo que hable por mí y le confieso mis desventuras desde que se fue. Ella, sonríe y no dice nada. No es suficiente para mí. Le tomo la mano, dejando que mis urgencias asuman el control. Le repito, más intensamente, que mis sueños son ella, que esperaba verla. Ella ya no sonríe, aprieta mi mano y me acerca. Me arriesgo ya la beso. Y me besa…

No hay comentarios:

Publicar un comentario