miércoles, 1 de agosto de 2012

De vez en cuando...


De vez en cuando esta bueno perderse. Subir a un colectivo, un avión, un tren o algo que nos lleve por un camino desconocido para acabar en algún paraje ignoto. Recorrer calles descoloridas y pisar tierras que pueden ser poco atractivas. Andar por andar. Caminar por el placer de movernos sin tiempos ni destinos. Perderse por completo en un intento de encontrar, paradójicamente, algún instante de calma absoluta. Una dominación completa de libertad y tranquilidad que solo puede darse cuando la mente ha colgado las cadenas y los bolsillos han sido vaciados para viajar ligeros de peso. Livianos de dolores. Fuertes de convicción y débiles de decisión para que el viento sea quien dirijan los pasos.
Perderse por el placer de volver a reencontrarse con las esquinas olvidadas, las sensaciones extraviadas y los momentos borrados. Descartar el itinerario para hacer de este momento el circuito perfecto de una andanza casual y desinteresada. Desencontrarse con los problemas para ver a las soluciones más cercanas. Desentenderse de los imposibles para comprendernos inmortales. Descargar el pesimismo para hacerle lugar a la esperanza de horizontes promisorios.
Perderse cada tanto esta bueno para dejar olvidados los pensamientos innecesarios. Perderse sin olvidar el camino por donde venimos para volver renovados. Hasta que vuelva a renacer la  necesidad de tener que salir a desviarnos con la ilusión de encontrarnos otra vez o quedar atorados eternamente en un circulo interminable de perdición absoluta.

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