Tengo una
duda clavada en la mente, una pregunta constante que me roba las horas de sueño
y los minutos de sol. Un interrogante certero e interminable que no deja de
perseguirme para que, de una vez por todas, encuentre una respuesta. Esta cuestión
que, como una espina clavada en el pie, es molesta pero motivante, no deja de
hacerme creer que todo es cuestión de dudas. De preguntas. Algunas con
respuesta, otras una gran incógnita. Pero, este asunto inconcluso que me tiene aturdido
y preocupado, creo, puede tener solución.
Tengo una
pregunta eterna, que cargo en un bolso imaginario sobre mi espalda cansada. Una
condena de la cual podré librarme el día que encuentre respuesta a este asunto.
No es de vida o muerte, no. Simplemente es de necesidad, de urgencia, de
solidaridad. Es necesario encontrar la salida de tantas vueltas en este
laberinto que, con el paso del tiempo, no hace más que confundir y, muchas
veces, alejar la salida. Esconder la respuesta.
Tengo un
problema grave pero que, creo, puedo encontrarle solución. Tengo noches de
desvelo y tardes de soñar despierto buscando una alucinación que me conduzca a
las palabras que den forma a una explicación fantástica e increíble para así,
por fin, conseguir romper este nudo que se ha formado en mi garganta por tanta
incertidumbre. Tengo una pregunta sin respuesta, todavía. Tengo una duda: ¿Dónde
mueren los relatos, los cuento, las historias? ¿O son eternos e inmortales?
No hay comentarios:
Publicar un comentario