lunes, 19 de marzo de 2012

Esperando desespero


Y justo cuando pensé que todo tenía un sentido, la realidad dijo no. La mañana que borra la memoria de los caballeros y, a la vez, alimenta el ego de los mismos, consiguió alejarme de los brazos que me dieron calor cuando el frío fue absoluto. El impacto, tremendo e implacable, contra los muros que la vida levanta frente a nosotros es terrible. Es trágico pero necesario, así vamos aprendiendo a escalar mas alto para poder alcanzar los sueños, las estrellas.
Pareciera ser que tienen un acuerdo la noche y la mañana, cuando la primera se va, se siente como desaparece la sensación que dejaron tus dedos al recorrer mi espalda durante las horas donde solo reinaba la luna. Se evaporan los besos que me ahogaron durante las horas de penumbras. Se calman las mariposas que habitan en mi panza desde hace mucho tiempo. La crueldad del amanecer se vuelve letal cuando es mi deseo que la negrura se vuelva interminable como tu presencia y tu alma incomparable.
En ese batallar de luces y sombras, donde el comienzo de algo, siempre, va a dar fin a otros, la ausencia se volverá notoria y la necesidad inexorable. La prisa estará impuesta en recobrar las horas ya vividas, en repetir las experiencias donde solo hacían falta alas, imaginación y caricias. Mi pensamiento se verá abordado por las imágenes de lo que fue tu compañía, de lo que fue estar juntos.
El avance del sol durante su viaje a lo largo del cielo se hace interminable. La tortuosa espera a que la luz baje y el reloj finalice su vuelta, ponen a prueba la fortaleza de los nervios, del cuerpo ansioso. Las horas avanzan, los minutos desaparecen y los segundos ya, casi, no cuentan. La proximidad se hace inevitablemente necesaria y urgente. Y, justo cuando la realidad comenzaba a ser abrumadora, apareciste en el horizonte. Volvió el calor y la revolución en la carne. El alma vuelve volar, nuevamente, hasta que la realidad la haga aterrizar. Hasta que comience, otra vez, el conteo para el siguiente encuentro.

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