Me detuve a
sentir el silencio, me deje abrazar por la placentera sensación de que, en este
instante, no se escucha nada. Ni un solo ruido, ni una melodía que surque el
aire. La calma que refleja el paisaje hace cómplice a esta quietud. Colores
interminables, formas variadas y, lo más bello, un horizonte infinito que
comienza a teñirse de rojo. Que comienza a mezclarse con el oscuro color de la
noche. De a poco, las parpadeantes estrellas comienzan a perder protagonismo y
el brillo del único dominante de los cielos durante el día comienza a
mostrarles que esta llegando. Una lucha sin fuego. Es, más bien, un mutuo
acuerdo donde cada uno tiene su encanto y su tiempo para mostrarlo. El de la
Luna, por hoy, también ha caducado. Un amanecer más y las esperanzas se
renuevan. Una nueva oportunidad de hacer música en medio del silencio, de
alcanzar los imposibles y disfrutarlos como a las estrellas, como al sol que
lejos de aquí parecen tan al alcance de uno. De transformar las sombras en luz.
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