El halago
nos desarma,
nos desnuda
y evidencia,
pone al
descubierto quienes somos,
quienes fuimos,
quienes dejamos
de ser.
La ofensa
nos acciona,
despoja la
razón,
nos pone en
alerta,
nos arma,
nos enfrenta,
coacciona y
destruye la línea de conexión.
El elogio
recibido es difícil de asimilar
en estos
tiempos,
tiempos de
locura
tiempos de
necedades
de desprestigio,
de traición,
de olvido.
A pesar de
todo,
a favor de
todo,
estos tiempos,
también son,
de cambios,
de sueños,
de fronteras
invisibles,
de promesas
cumplidas,
de seres
luminosos.
El halago todavía
nos desarma,
y la ofensa
nos seguirá
pero no
reinará
porque todavía
hay oportunidad,
todavía hay
amor por esparcir,
por
compartir,
por
generar.
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