miércoles, 20 de julio de 2016

No me esperes…

No me esperes dijo y cerro la puerta desapareciendo detrás de la madera. Instantáneamente se me congelo el alma de incertidumbre. De miedo. No saber cuando iba a volver o, peor aún, si iba a hacerlo, me desbordo de miedo. Qué hacer hasta el momento en que esa puerta vuelva a abrirse y su sonrisa vuelva a atravesarla. Fueron tantas las preguntas como incógnitas. Todas sin respuesta. Todas sin salida. Opte por lo mas simple, rogar que el tiempo, tirano él, no castigara mis ansiedades.
Caminé de un lado al otro tantas veces que ir y venir ya no tenia sentido. No sabía si iba o volvía, o si realmente me movía. Estaba preocupado, estaba nervioso. Quién sabe que podría pasarle allá afuera, en este mundo tan cruento y acelerado. Volví a mi sillón, el que uso para ver televisión. Esta vez no parecía tan cómodo, tan relajante. Me sentí como si sus mullidos almohadones fueran de piedra y su terciopelo rojo fuera áspero como una lija. El café estaba helado, completamente amargo. Todo parecía jugar con mis sentimientos de urgencia por verla volver, por sentir el rechinar de las viejas bisagras de la puerta de entrada sonar anunciando su llegada.
Me levanté, casi instintivamente, y fui directo al dormitorio. Entre sin saber porque había ido. O que buscaba ahí. Me senté en la cama entre mis dudas y mis nervios. Despoje unos cuantos planteos destructivos y rearme mis palabras para cuando volviera. No quise gritar pero me nació, pensaba entre tantas cosas. Me taladraba con mis pensamientos. Cerré los ojos pero eran insoportables las palabras retumbando en mi cabeza. Un castigo.

Me levante y me encamine a la puerta de entrada justo cuando ella se abría. Ahí estaba, mi corazón latía incontenible, mis manos sudaban inquietud y mi cuerpo temblaba, estaba a merced de sus ojos. Estaba feliz, estaba abstraído en tiempo y espacio. Ni sabia lo que había pasado desde que se había ido. Pero ahí estaba. La mire, me miro. Nos miramos. Nos comunicamos sin palabras. Nos perdonamos sin decirnos más que eso. Ella me beso y yo volví a sentir mi alma completa.

1 comentario:

  1. El tiempo siempre cura las heridas dirían las abuelas, es de humanos esperar... y de pronto cuando te creíste resignado... llega ese aliento y en un suspiro te hace olvidar el tiempo y el lugar. Seguí escribiendo. MLA

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