miércoles, 11 de enero de 2012

Abstinencia

Esta desconexión generalizada del mundo de internet provoca lo que a un adicto el periodo de abstinencia. O algo así. No debe ser fácil para el enfermo soportar semejante sufrimiento pero, por su bien, debe hacerlo sino volverá a caer en los brazos de la resignación. Ahora, mi tortura de sobriedad cibernética, que dista de ser parecida a la reflejada antes, no tiene un fin terapéutico ni voluntario. No, muy lejos de eso. Deliberadamente el clima, algún vecino que necesitaba ver el debut de Racing o  un corte programado, me han dejado aislado por completo. Tirado como a un mendigo sin la posibilidad de moverse. Me enfrentaron obligadamente con la desinformación, con la desesperación de querer ver números y letras en una pantalla. De saberme unido a la “comunidad” con solo estar ahí, sentado frente a la pantalla leyendo lo que escriben. Una realidad que en nada se parece a lo que nosotros consideramos real. Una crueldad que, en el mismo contexto, me sitúa de frente con las mejores posibilidades, con las ideas, con las preguntas, con el pensamiento, con la comunicación. Hace que trabajen otras partes de uno para evitar llegar al punto cero sin resultados favorables. Es como un enchufe con una solo posibilidad de conectar un aparato. O, como en este caso, ni siquiera ese único conector puede ser aprovechado porque no hay con que alimentarlo. Hoy fue ir por aquí, un poco desesperado y ansioso. Mañana volveremos a caer en las penumbras de la red para volvernos, nuevamente, seres ficticios y virtuales, pesados y acostumbrados a saber que, por más solos que nos encontremos, siempre estaremos al alcance de un par de teclas de poder conectar con alguien en la misma precaria situación que yo.

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