viernes, 19 de julio de 2013

En algún lugar


Quizás en una butaca del gigante esté ahora, 
mirando el verde del pasto,
mirando el celeste del cielo.
Quizás en El Cairo,
en la mesa de los galanes, 
café de por medio, 
brindando por los amigos.
Quizás este dibujando
o escribiendo,
quizás no esté haciendo nada,
o muchas cosas al mismo tiempo.
Quizás se esté riendo
de todos los que aquí quedamos,
de todos los que todavía lamentamos su partida.
Seguramente solo no está, 
sin dudas que no, 
como siempre,
rodeado de magia y fantasía,
de sonrisas y picardía,
copando el cielo y festejando con alegría
que no esta muerto 
porque muerto esta quien lo olvida.

miércoles, 3 de julio de 2013

Fugacidad

Lo nuestro duro lo que apenas un amanecer junto al mar. Nuestro punto máximo, el clímax de nuestra fatídica y fugaz relación fue en ese beso interminable en la esquina de Fraga y Neumann. El pecado y la culpa de andar escondiéndonos como adolescentes acrecentaron la pasión y el deseo de no ver la luz. Pero, como sucede con las estrellas, el sol las oculta. Tuvimos la adrenalina de que nadie debía vernos pero nosotros, por el contrario, no dejábamos de espiarnos. Tus ojos escondían el miedo lógico de ser descubiertos pero, nunca dejaron de volar junto a los míos cuando nuestras manos recorrían los caminos del delirio y la lujuria. Éramos uno en cada momento que fuimos únicos.
Como ya dije, fue tan rápido e intenso lo que vivimos y  gozamos que ni las ausencias se hicieron notar en esos días que corríamos detrás de las sombras, anhelando que no se acabaran esos tiempos. Creo que no queríamos que terminara para no volver a afrontar la realidad de nuestros hogares. Tu esposo y mi esposa, las cadenas que nos sujetaban a nuestros hijos. Por ellos no podíamos tirar por la borda el pasado en Pro de un futuro netamente imposible. Incluso, en esos tiempos de locura y desborde pasional soñamos con tener uno nuestro. Uno que fuera un poco vos y un poco yo. Pero fueron solo sueños. Esos días reviví mis dieciséis pero, con tres veces esa edad.
Todavía recuerdo la suavidad de tus manos y el fuego de tus labios. La llama interminable que se encendía cada vez que huíamos por los pasillos de la feria. El juego incesante de besarnos cuando nadie nos veía hacia que deseara mucha mas poder hacerlo. Pensar en tu vientre, en el que dibujaba ribetes extraños y complicados como nuestro romance, me estremece. Fue tan mágico soñar con detener el tiempo que no recuerdo otra cosa de esa época. Solo a vos.
Sin embargo, el final nos cayó como lo hace un mazazo sobre el dedo del carpintero, imprevisto y funesto. Fue letal para mi alma de muchacho renacida en esos días. No quise perderte. No quise compartirte. No soportaba la idea de que tus labios volvieran a ser de ese hombre que compartía con vos solo una alianza de oro. Podrán decir que fui egoísta pero no, fue amor. El sentimiento más noble y puro que jamás había sentido en mis cuarenta y siete años. No habría resistido verte partir. Y no lo hice.

Hoy, catorce años mas tarde, lloro cada aniversario de tu muerte. Lloro y se me parte el alma de dolor por no poder abrazarte otra vez. Ya no sollozo por la locura que cometí, por haber apretado el gatillo. No. Me lamento por no haberme ido con vos. Por haberme quedado allí, junto a tu cuerpo bañado en sangre, arrepentido de haberte quitado tus alas. Y haberme sujetado a una condena eterna sin tus besos.