Hoy tengo nostalgia de las
canciones que nunca vendrán, de los versos que jamás escribirás. De las letras
que nunca conoceremos ni silbaremos por lo bajo. Tengo la sensación de vacío
por no poder encontrarle el remedio a la muerte. Por no poder comprender el por
qué. Me aborda y me domina la pesadez de las lágrimas que no salieron a tiempo
cuando la vida nos castigo con tu ausencia. Me pesa el hecho de no poderte ver,
de no haberte conocido. Quizás hubiera sido distinto si una vez, una sola, hubiéramos
estado en el mismo recinto.
Las horas pasan y la noche
me cubre por completo. Me acerca a donde estas pero no me dice cuando te volveré
a ver. Me conforman los versos que delineaste hace tiempo. Redescubrir la magia
hace que el truco sea increíble y duradero. Sin embargo no me alcanza repetir
interminables veces tu voz en los altavoces. Se me hace eterna la espera y el
dolor. La pesadez de los sentimientos ahoga el pecho de necesidad. Por eso, por
necesidad, por sufrimiento, por alegría, por amor, por encanto, aprieto play y
el disco comienza a girar. Dos segundos después de una guitarra y un bajo,
arranca tu voz. Comienza la paz. No es lo mismo desde acá, no es lo mismo sin
vos pero es, al menos, una espera para cuando nos volvamos a ver. Por lo menos
el espacio entre vos y yo se estrecha y nos consuela, nos calma, nos alegra,
nos une y vuelve a alejar.