Estamos
sumidos en un estado total de caos. La ley solo se aplica en algunos casos y la
realidad que nos espera en los sucesivos días no parece ser diferente. Salir a
la calle es una aventura, como recorrer una selva o escalar una montaña. Es casi
tan riesgoso como cualquiera de esas dos actividades. Viajar, sea en el medio
que sea, es una odisea. Los escapados de algún neuropsiquiátrico están al
volante. Todos los que conducen saben que es así. Ya no se disfruta manejar,
ahora se tensa el cuerpo y se buscan posibilidades de evitar colisiones. Se han vuelto moneda corriente,
desgraciadamente, la falsedad, la violencia, el abuso, la falta de respeto, el
desamor. Tengo dudas si lo que llamamos vivir en la Argentina puede ser así. Creo
que si cada noche, cuando nos acostamos, podemos agradecer lo que tenemos y el día
que se va, somos unos afortunados, hemos sobrevivido un día más. La suerte
sigue de nuestro lado. Pero, no hay que tentarla, vaya a ser cosa que el
siguiente número sea el nuestro y acabemos mirando las flores crecer desde
abajo.
Los derechos,
y los izquierdos, son exclusivos del que va de contramano con las normas y
buenas costumbres. Para ellos si hay un artículo que los proteja, para el que
sufre los efectos que estos producen, no. Y cuidado con responder a las
agresiones, el victimario se convierte en victima y con el traje de cordero se hacen
invisibles los dientes del lobo.
Homicidios múltiples,
violaciones, desapariciones, cortes de ruta, son algunas de las cosas que se
ven diariamente. Y no hace falta leer los diarios para enterarse, todos estamos
inmersos en este infierno. Todos somos testigos, victimas, daños colaterales o,
simplemente, uno más a quien le puede tocar.
Esta correría
nos esta llevando a un camino sin salida, a un abismo del cual no podremos
salvarnos. Tenemos la posibilidad de cambiar y, sin embargo, vamos en sentido
contrario. No es mágico ni milagroso, no, se trata de comenzar desde uno para que
las altas esferas, los que tienen el poder de provocar los cambios de las
masas, vean que la realidad necesita un drástico cambio de rumbo. Es necesario
salir del baúl, de dejar el pasado donde está y aprehender de él para no seguir
tropezando con las mismas piedras, cayendo en los mismos pozos y sucumbiendo
ante las mismas falencias. Hoy está perdido pero no dejemos que mañana sea
igual. Hay que dejar afuera las camisetas partidarias y que la celeste y
blanco, esa que hace 200 años flameo por primera vez, sea la que nos una. Por vos,
por mi, por nuestro futuro y de los argentinos que vendrán.