miércoles, 29 de febrero de 2012

Afuera llueve


Afuera llueve. Adentro, también. Incansablemente el agua no para de desbordar los marcos de las aberturas filtrándose hacia dentro. Afuera llueve como si se estuviera secando por completo un cielo cargado de lágrimas necesitado de descargarse. Atrás del vidrio y el aluminio, el líquido que atrae la gravedad llena los pisos, los rincones. Todo esta mojado, nada se salva. Muebles, ropa, hojas caídas y un libro que consideraba desaparecido, todos ahogados. Todos victimas de esta anegada sala.
Afuera llueve. Adentro se inunda la habitación. Ni siquiera la altura puede resguardarnos de sucumbir en la continua subida del agua. Son cinco los pisos, casi cuarenta metros los que separan mi suelo de la tierra firme y, sin embargo, no dejo de levantar cosas para evitar una catástrofe que, a en estos momentos, es inevitable.
Afuera llueve. Adentro, también. La lluvia parece no rendirse en esta desigual batalla donde soy el único que lucha contra ella. Me rindo definitivamente. Adiós a lo que no se pueda rescatar, adiós a todo aquello que tenga un destino de empapada realidad. Me voy, abandono el barco.  Me voy bajo la lluvia, quizás, las nubes y los relámpagos tengan menos puntería. Me voy caminando, sin paraguas porque la lluvia es buena cuando no llueve adentro.

martes, 28 de febrero de 2012

Al pasar


Al pasar escuche una frase que no quiero repetir, escuche frustración, indignación. Escuche como la gente se rendía, como entregaban a la suerte el destino de sus decisiones, de sus sueños. Las palabras que ahogaron mi pasaje fueron letales, como un tsunami. Fueron absolutas y devastadoras. Todos cabizbajos, resignados. Nadie veía más allá de sus narices. Ninguno parecía  considerar que el tiempo pasa y, lógicamente, las tormentas también.
Era una esquina repleta de personas de variadas edades, de diversas realidades, de diferentes pensamientos pero, un común denominador, la mansedumbre frente al momento que les tocaba atravesar. No pude escuchar más que eso, una frase y me aleje con el viento. Menos mal que pude huir, temí correr la misma suerte que ese grupo. En mi escape, por suerte, conseguí perder el alcance de mi audición y de mi vista. No los vi ni escuche más, por suerte. Ellos estaban allí, parados sin hacer otra cosa que quejarse. Yo camine, pero con quejas. Me hubiera gustado salir mas rápido de ahí, sin embargo, entendí que era necesario escucharlos para comprender. Para poder continuar avanzando sin negar el pasado.
Hice unas cuantas cuadras hundido en la música, en el paso del camino. Hice unas cuantas reflexiones y al final, repetí esa oración: “Y bueno, que le vamos a hacer”. Sacudí la cabeza a ambos lados y entendí, otra vez, que era un afortunado de haber podido continuar. Pobre esos que pararon y todavía están allí.

lunes, 27 de febrero de 2012

Casi han sido veinte los dias


Casi han sido veinte los días desde que la luz comenzó a brillar más alto, más lejos, más cerca. Los días pasan y la voz no se apaga. Son los primeros y los más duros, los más largos.
Casi han sido veinte los días desde que el escenario se hizo gigante y las luces perpetuas, donde, tal vez, la función no acabe nunca. Son complicados los encuentros con los viejos acordes, hoy inmortales, mañana testimonio de genialidad. Pero reconforta saber que ahí estás, brillando sin cesar.
Casi han sido veinte los días desde el primero que empezamos a notar que la realidad es cruel y los ídolos también sufren, como uno. Aquel día descubrimos que eras de carne y no de barro. Abrimos los ojos para ver lo que nunca esperamos, lo que, inconscientemente, jamás quisimos.
Casi han sido veinte los días desde que te convertiste en viento y la poesía vuela con vos. Ya no hay fronteras que no puedas cruzar, tiempo que pueda detenerte, como un abrazo en el aire siempre estas llegando. Ahora, con la inmensidad del renacer diario, habrá un poco de vos, un poco de magia, en el sol que abraza al ancho río.
Casi han sido veinte los días desde que chocamos con la tierra y entendimos que el espectáculo se está armando entre nubes, con el Barba como director de semejante orquesta. Hace casi veinte días que no paras de resucitar. Desde Almendra hasta Las Bandas eternas, desde el pibe hasta la leyendo, día a día, sin parar.

domingo, 26 de febrero de 2012

Yo solo quiero escribirte algo...


Yo solo quiero escribirte algo que siempre te haga recordar. Que te mantenga el alma siempre calida y el corazón en paz. Quiero ponerle letras a las distancias que nos alejan. Ponerle música a los besos que nos acercan.
Yo solo quiero escribirte algo para que no te vayas nunca. Para que las despedidas sean una excusa para festejar un nuevo encuentro. Armar oraciones que te inspiren a volver y soñarme, como lo hago yo, cuando estas lejos. Para que, incluso con los ojos cerrados, podamos seguir viéndonos con claridad.
Yo solo quiero escribirte algo para que no temas cuando la oscuridad sea mucha, para que no caigas en las frías garras de la tristeza. Quiero destapar el sol para que las noches sean solo poemas eternos donde la Luna es musa y es devoción. El paso previo al amanecer. Al renacer.
Yo solo quiero escribirte algo para que no olvides las palabras que alguna vez fueron dichas, que fueron dibujadas en las nubes, que fueron escritas en la piel. Solo deseo congelar el tiempo para que estas líneas sean eternas, como tu sonrisa. Como el brillo de tus ojos.
Yo solo quiero escribirte algo para que puedas tener una medida en la inmensidad de los inmortales sentimientos que, día a día, siguen siendo incalculables. Solamente eso. Yo solo quiero escribirte algo, solo para vos.

sábado, 25 de febrero de 2012

Números

Al final de cuentas, no somos más que números. Los que nos cuentan nos dicen que somos un porcentaje dentro de otro. Una porción de un total. No sabemos si los excluidos o los seleccionados. Ya estamos discriminando y dividiendo. Para el gobierno, el gran estadista y regente de ellos, estamos dentro del porcentaje de población que trabaja, estudia o, simplemente, no hace nada. El éxito y el fracaso, también, se miden con gráficos de barras o de líneas. Cualquier diagrama es suficiente para dar muestra de los buenos, o malos, números. Desde los hechos afortunados hasta las catástrofes, siempre somos una cifra. Incluso la manera de identificarnos. El número del documento que es único y nos diferencia del resto de los compatriotas nos marca el hecho que vengo resaltando desde el principio. No somos solo un nombre y un apellido, también somos un número. O el azar de hacernos millonarios acertando la lotería. Todo es un número.
Desgraciadamente, no podemos despegarnos de la perfección de las cantidades donde las estadísticas consideradas bajas, como el desempleo y la mortalidad infantil, son aceptadas y vivadas. Porque, por ejemplo, un cinco por ciento sobre un total de cien es, prácticamente, nada. Esto, llevado a la magnitud de un país entero, mucho menos. Pero, si pensamos en esos cinco de cada cien, veremos que ellos son el cien de los cinco. Son los que viven dentro de esa porción selecta que de agradable tiene poco, o nada. Para ellos, incluidos en ese nefasto grupo, es muy importante, y triste, estar ahí. Entonces, para unos es poco, para otros es mucho. Es aquí donde la frialdad e insensibilidad de una cifra demuestra que es más fácil poner en un grafico una realidad que salir y enfrentarla, cambiarla. Así que, al final de cuentas, siempre somos mas para menos para luego terminar igual. Un número, un porcentaje o, mucho mejor, una persona que siente, que sufre, que vive a pesar de porcentajes, estadísticas y realidades de cuadros sinópticos. Que sobrevive a pesar de ser la inmensa mayoría incluida. O excluida.

viernes, 24 de febrero de 2012

¿A dónde voy cuando no voy a ningún lado?


¿A dónde voy cuando no voy a ningún lado? Cuando me quedo esperando, cuando me quedo soñando con lo que no llega. ¿A dónde voy cuando no voy a ningún lado? ¿Dónde van los pensamientos, las palabras? ¿Dónde? Donde estará ese lugar donde van las palabras que nunca saldrán de mi boca. Las oraciones que jamás le diré a nadie. Las plegarias que nunca rezaré. ¿Existirá ese lugar? Donde se acumularan los minutos perdidos cuando estoy parado en medio de la nada, con la vista perdida en el camino que pisé alguna vez. Si nunca podré recuperarlos, debería poder canjearlos. Cambiarlos a mi favor por un amanecer. Por unas horas de sueño. Por estar donde nunca voy a ir.
¿A dónde voy cuando no voy a ningún lado? Cuando quiero irme siempre me estoy quedando. Cuando quiero llegar, siempre me estoy yendo. A contramano. O en mi mano. Siempre armando y desarmando el camino para hacer de él una aventura. Un aprendizaje. Un sueño que jamás soñaré. Las horas soñadas se pierden con la aplastante furia del sol. Con la decisión del despertador al marcar el fin de las posibilidades. Si no se recuperan ¿Podré conseguir un poco de realidad a cambio de ellos?
¿A dónde voy cuando no voy a ningún lado? Cuando pierdo el tiempo y malgasto los sueños en imposibles. En absurdas ideas que jamás llegaran a ser más que una piedra en el zapato que no logran que me mueva cómodo. Hacen que me detenga a cada rato a revisar si mis suelas resistirán los pasos. ¿A dónde voy cuando no quiero ir a ningún lado y, sin embargo, siempre estoy andando, buscando llegar a algún lugar? Quizás algún día llegue sin saber que lo hice. Quizás ya lo pase. Quizás ya estoy volviendo. Quizás ya no necesito ir a ningún lado porque estoy donde debo estar.

jueves, 23 de febrero de 2012

Sin tiempo


Al borde del tiempo, del horario que fue marcado como el final de la oportunidad. Al límite de ser atrapado me arriesgo a cometer el pecado. A asumir la responsabilidad del hecho que estoy a punto de realizar. La adrenalina que corre por mis venas, en el mismo momento que empiezo, hace que no pueda detenerme. Todo lo contrario, me incentiva más y más para seguir y conseguir el resultado. Los minutos pasan implacables y parecen más cortos. La alarma está a punto de sonar, le quedarán, apenas, unos cientos de segundos que, como la luna, van a desaparecer pronto. Acelero la marcha, muevo más rápido mi cuerpo y sigo. No debo detenerme, cada instante es tan valioso que desperdiciarlo haría que pierda el momento. Insisto por un lado, por el otro. Busco formas ingeniosas para ganar un suspiro, para recuperar lo perdido en los caminos más largos. Un poco por aquí, otro por allá. Y, sin embargo, el estallido del reloj con su campana metálica me ha vencido. Estaba tan al borde que sucumbí. Estaba tan al filo que me corte. Adiós al sueño, adiós al auto lujoso y los millones ganados en la lotería. Adiós. Espero esta noche encontrarlos mas lejos del limite, mas cerca del comienzo. Por lo menos así disfrutarlos mas y mejor. Por lo menos no sentir el arrebato tan duro y la realidad tan pesada.

miércoles, 22 de febrero de 2012

No me sigas


“No me sigas, yo también estoy perdido”, fueron las palabras pintadas en el fondo de un camión. Circulaba delante de mí, mostrándome que su camino era tan errante como el mío. Su ignorancia se parece en mucho a lo que rondamos en este tiempo. Su sinceridad un lujo que pocos pueden darse. Reconocerse desorientado en estas épocas es una ventaja, por lo menos sabemos donde no estamos. Tal vez su determinación de ir solo, o no, hicieron que vea la posibilidad de abandonar los caminos que recorro siguiendo determinados camiones. Hicieron que, por lo menos, pensara ¿A dónde voy? ¿A donde fui? Preguntas movilizadas a partir de una oración.
Sin dudas que el paso siguiente a leer semejantes declaraciones, es necesaria una reforma en la manera de afrontar la búsqueda de nuevos senderos. De conocer a los nuevos guías que nos van a llevar hasta el final, o no, de estos ignotos pasajes. Pero lo mas destacado en este instante, en este punto de inflexión, es pensar en la transparencia del conductor. Quizás no todos puedan compartir semejante virtud. De hecho, no todos la poseen. Escasea como lo hace el sueño en un trasnochado. Al fin de cuentas, los deseos de este solitario señor, o señora, fueron capaces de conseguirle un nuevo compañero de ruta. Tal vez fue la intención. Tal vez no. Al parecer, su negativa abrió la puerta para que yo pudiera colgar un cartel en mi auto con la leyenda: “No se dónde voy pero sí de donde vengo”, quién sabe, a lo mejor me pasa como al camionero, andando con alguien mas en medio de esta calesita que algunos se empecinan en llamar vida.

martes, 21 de febrero de 2012

Aturdidos los oídos...


Aturdidos los oídos y abrumados los pensamientos
en este encierro interminable
en esta búsqueda implacable.
Ni música ni ruido,
solo el silencio atroz que puebla los rincones,
que ocupa los espacios.
Aturdidos los oídos y agolpadas las sensaciones
van marchando sin cansancio la espera
las ansias de dar con el destino
de encontrar las razones
de justificar los traspiés
o maldecir con fervor los errores.

Ahogados en lágrimas seguimos andando
para encontrar un pañuelo que nos seque las sal de los ojos
para encontrar una excusa o un motivo para reír
para volver
para seguir.
Aturdidos los oídos y el cuerpo cansado
de marchar por marchar
esperando que llegue aquello que nunca llegará,
buscando lo que nunca va a aparecer.
Cansados y rendidos
quedan aquellos que no siguen
que solo esperan y no van en busca de lo que necesitan.
Aturdidos los oídos y abrumados los pensamientos
me quedan al leer las líneas de tanta pereza
de tanta energía negativa
de tanta espera de los milagros que nunca van a ser
porque nunca pelearon porque fueran.
Porque nunca salieron a buscar un nuevo amanecer.

lunes, 20 de febrero de 2012

Este lado de la ventana


Sirenas, frenadas, gritos, autos acelerando y más ruido son la sinfónica que componen esta enorme ciudad. Ruidos variados y de diferentes ángulos llegan hasta mi ventana que mira decididamente al este. El único sonido que descompagina el rutinario compás es el golpeteo incesante de las gotas de agua, de la lluvia que emiten el sonido de un beso metálico en la fría abertura.
Sirenas, autos y gente que grita son la música natural que tienen estas calles. El incansable y aburrido trajinar de los días hacen que mis oídos necesiten un descanso. Atrás del vidrio que hoy esta abierto, atrás, suenan en los parlantes que, a propósito, miran al oeste, los acordes de la música elegida. Desde grandes guitarristas pasando por vocalistas impares hasta poetas que tapan las vibraciones extrañas con letras fantásticas. El acople perfecto de las palabras con las notas hacen de este lado de la ventana el refugio ideal para salir del circulo interminable que provoca la calle y sus ocasionales músicos.
Aquí, hoy, de este lado de la ventana,  hay una conjunción magnifica al punto de ser única. Sin vidrios ni persianas, sin ruidos ni interrupciones, corre el aire fresco de la lluvia de febrero y suena pacíficamente en el aire la dulce voz del silencio en el viento. Solo eso y nada más, como si todos se hubieran ido, como si la lluvia aplacara las fieras. Como si las bestias necesitaran agua para calmar la furia y el ruido. Hoy hay silencio y nada más.

domingo, 19 de febrero de 2012

Palabras urgentes


¿Cuál es el punto de partida de una idea? ¿De dónde surge esa idea que luego pasa a ser un texto, un cuento o una poesía? ¿Tiene un origen tangible, real o es simplemente la locura que transita momentáneamente la cabeza del que está a punto de dar letras a esos pensamientos?
Quizás no exista una sola razón para dar un principio a todo lo que luego es una conjunción de oraciones, estrofas, versos, párrafos. Tal vez la manera en que aparecen en mi las palabras no sea igual en los demás pero, creo que coincidimos todos, en la necesidad imperiosa de ponernos en marcha en la búsqueda de una línea que nos permita bajar todo ese conjunto a lo que luego será el texto mismo. Esa creación pasará a ser una liberación del bagaje que venimos cargando, consciente o inconscientemente, en nuestro ser. Por eso la urgencia de escribir, de dar libertad a la locura y así, crear algo que puede ser desde racional hasta absurdamente genial. Pero ¿de donde viene eso? ¿Qué mueve las manos a la hora de escribir? ¿Por qué una vez que empezamos no hay manera de detenernos? ¿De eso se trata escribir? Quizás mi delirio por las letras vaya por ese lado, por ese camino, de descargar el peso emocional y físico que genera un pensamiento que es mayor a uno mismo pero insignificante a lo que puede venir luego. Porque la vida es una obra en constante creación donde estamos superando, constantemente, nuestras mejores obras. Con la escritura, para mi, es así, siempre está llegando una mejor. Quizás ésta sea la de hoy. Pero mañana habrá una mejor.

sábado, 18 de febrero de 2012

Encerrado


El encierro en estas cuatro paredes me da la seguridad de no sufrir las consecuencias de andar por las calles. Me garantiza, hasta cierto punto, un nivel de confort y tranquilidad que dista mucho de lo que se puede conseguir caminando por las avenidas de esta ciudad, o cualquier otra. No solo por la tranquilidad física de no padecer ni el calor ni el atraco de los que andan a la pesca de una buena oportunidad de hacerse con lo ajeno, sino también, porque es un oasis en medio de un desierto poblado de bárbaros.
Estas cuatro paredes que deben estar ardiendo por los cuarenta grados de térmica, se asemejan en mucho a las de un fuerte del pasado donde su perímetro aseguraba a los que estaban dentro. No solo eso, dividía el adentro del afuera. La libertad y la privación de ésta. Hoy parecen invertidas por completo. Aquí, hoy, es preferible el encierro a andar rondando por cualquier lugar. No es lo que debería ser pero es lo que sucede. No es lo que corresponde pero es lo que nos toca. Hoy los barrotes son los de mi ventana y no los de una celda. Hoy el mundo se parece a la canción de María Elena Walsh.
Estas cuatro paredes que mantienen fresco mi cuerpo y segura mi alma, son el límite entre mi mundo y el resto. Es la garantía de que todo nace desde aquí y luego se constituye hacia afuera. Es el primer paso para hacer fuerte al ser para poder enfrentarse a las aventuras que están esperando ni bien cruce la puerta que, ahora, rigurosamente custodian dos cerraduras. Es el punto de partida pero, también, el refugio para curar las heridas.

viernes, 17 de febrero de 2012

Cerca


Que cerca se sintió. Que extraña la sensación de ver pasar el final del camino tan cerca. Todavía siento el escalofrío que corre por mi espalda, las manos sudadas y las piernas casi doblegadas por los nervios. Que inoportuna fue su llegada. Que tardía fue mi salida. ¿Podría haber evitado ese destino? ¿Había escapatoria?
Todavía siento como mis huesos vibran, mi piel tensarse como esperando el embate. Pero, que cerca que vi pasar el precipicio. Como si hubiera una curva repentina en medio de una larga bajada. Fue asomarse del otro lado del tapial a espiar que hay. Un tímido ojeo al frente que asegura una espera, o un paredón más grande. Esta vez el destino puso la balanza de este lado. La próxima, ¿Será igual? ¿Fue la suerte? ¿El destino? ¿El Barba? No se. Hoy puedo escribirlo y, tal vez, mañana contarlo. Ojala no haya próxima y este sea mi única experiencia frente al frío y punzante cañón de un revolver.

jueves, 16 de febrero de 2012

Al fin pude escribir


Estaba esperando a que volviera la luz. Se había ido junto con mis primeras ideas para armar el texto de hoy. El cuaderno donde llevo anotadas las andanzas de un Capitán sin suerte y el destino de un par de aventureros, no  lo tenía a mano como para dejar registrado ahí lo que recorría mi cabeza.
La luz no volvió rápido, no. Tardo un poco más de tres horas. Una locura para las personas civilizadas que no pueden vivir sin internet. Y, en estos tiempos, sin el aire acondicionado. Fueron tres horas y media, nada más. Para mi estuvieron bien. Para mis vecinos fue una tortura. Aunque, escucharlos hablar siempre es un nuevo relato de calvarios y martirios. ¿Será que la distancia de nuestras puertas es mayor de lo que parece? Quizás si. Quizás ellos necesiten mas del aire gélido de la maquina que de una computadora. No se. Yo necesitaba una birome y un papel por lo que la energía eléctrica poco tenía que ver con mis problemas. No se, sinceramente no estoy seguro de haber pensado en estos renglones. Tal vez sean la excusa perfecta para contar mi desencuentro de hoy. Pero aquí la luz no tiene nada que ver. Ni el calor, ni el fresco. No. Estaba iluminado pero no tenia donde dibujar un poco de lo tanto que veía. ¿O fue un complot generalizado? ¿O es parte del corte programado? Quien sabe. Yo estuve como naufrago sin rumbo pero ahora, con la electricidad a pleno y el aire helado en mi espalda, puedo decir “al fin pude escribir”.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Que lejos quedaron...


Que lejos quedaron los días donde el sol ardía sobre la piel. Hasta siento en mi piel el frío del invierno que todavía no llega. Incluso, la escarcha de la helada que ni siquiera está en consideración.
Que lejos quedaron los días donde el mar era la demostración más clara de lo que es la infinidad. Los edificios y su gente me devuelven al día a día y me distancian más de aquellos idílicos pensamientos que ahora navegan en océanos distantes.
Que lejos quedaron los días donde soñar era una rutina y suspirar una inspiración. Allá, a lo lejos, quedan los fantasmas de ver, incluso, con los ojos cerrados aquello que ahora solo en fotografías puedo recordar. Y al dormir, al volver a pisar el suelo, ahora, lejano.
Que lejos quedaron los días donde ansiaba ir y no volver. Que extraña la sensación de estar lejos de casa, extrañarla y, al volver, darte cuenta que todo sigue igual, que nada ha cambiado y todo pareció una pausa en la vida.
Que lejos quedaron los días donde el tiempo no contaba y solo había una cosa por hacer: vivir.

jueves, 9 de febrero de 2012

Nos volveremos a ver...

Se apaga una luz pero se enciende una estrella. Se calla una voz pero se multiplica el eco de su canto. Se alza con grandeza, la que siempre caracterizó a este Flaco. Un tipo que hizo historia. Un tipo que es leyenda y, como tal, nunca muere. Podrán poner toneladas de tierra encima, sellar su cuerpo, pero nunca detendrán lo que hizo a lo largo del camino que anduvo.
"Nada se pierde, todo se transforma" dice otro grande y aquí, sólo hemos cambiado un hombre por un alma de diamante con ojos de papel. El Flaco no está más en carne y me duele. El Flaco descansa, y se lo merece. Por los éxitos, por la lucha, por la magia, por el arte que sembró, por su grandeza.
Es inútil homenajear con letras a quien dio melodía a la poesía, al que dibujó amaneceres con su guitarra y su voz. A él, que con su pluma exquisita y única marcó una era.
El Flaco se va a tocar con los grandes que también se adelantaron, a componer con los Dioses, a deleitar a las musas que alguna vez lo enloquecieron a él. Una despedida que se convierte en un hasta luego, un saludo esperanzado donde deposito mis lágrimas. Una promesa de volvernos a ver cada vez que la púa vibre al son de tu música. Chau Luis Alberto, nos volveremos a ver...

domingo, 5 de febrero de 2012

Te estuve esperando...


Te estuve esperando, me pareció un siglo el que paso desde que llegue a esta esquina en que pactamos vernos. Espere por algo más de dos horas, algo más que una eternidad. A lo largo de esa condena, de ese ir y venir como celoso vigía que protege algo, soñé un reencuentro idílico. Soñé con perdernos en el abrazo, en los besos del reencuentro. Pero no fue, no llego a serlo.
Te estuve esperando, me quede sin el discurso, sin las palabras ensayadas, sin pasión alma. Se ahogaron las esperanzas que habían crecido con las ultimas charlas. Se extinguieron las alas que apenas comenzaban a aparecer.
Te estuve esperando, en esa esquina, en ese solar donde nos besamos alguna vez pero no hubo más que soledad. Me dejaste esperando y hasta el tiempo hizo estragos en mí.  Fue una infinita y dolorosa vigilia, fue buscarte en un horizonte donde nunca amanecerá.
Te estuve esperando, con las mismas ansias, con el perdón en las manos, con mi amor desbordando pero no fuiste. Me dejaste desdichado y solo. Me dejaste así, sin más.
Te estuve esperando, me parece un siglo el que paso desde aquel día que no fuiste. Me parece lejano aquel día donde entendí que debía seguir y comenzar a construir sueños de amor en otros parajes, en otras esquinas. Te estuve esperando pero ya no volví a sentir.

sábado, 4 de febrero de 2012

Caminante


Me voy despacio, con las primeras luces de un nuevo día. Marcho lento sin mirar atrás, para no dudar en mi empresa. Los primeros pasos, los que afirman el camino, son los más duros. La cercanía con el punto de origen hacen que mi convencimiento sea tambaleante y dudoso. Se sacude por completo la voluntad y las posibilidades de alcanzar el final del camino que apenas comienzo a pisar. Sigo. Camino y camino creyendo con creces en cada huella, en cada piedra, en cada montaña que va pasando a lo largo del trayecto. Es constante. Es dubitativo. Es un intento de no doblegarme al dolor. Es una lucha incansable por hacer el intento. Es el placer de andar buscando el propio sentido al caminar, buscando la aventura de dar con las luces y las sombras. De encontrar el encanto y el miedo. Encontrarme conmigo en cada paraje donde me encuentre solo. Descubrirme caminante y hacedor de mi propio destino.

viernes, 3 de febrero de 2012

El penal


Es incontenible la gente, gritos, abucheos, presiones, deseos, sueños. Lo que se pueda pedir, exigir, en este instante, lo estaban haciendo. El color, el canto, el folclore ya no tenía nada de agradable ni de un lado ni del otro. Estuviera sobre la línea o a unos paso del punto, se sufrían las mismas consecuencias. Los nervios de acero no existen, está comprobado, las piernas se sacuden como si estuvieran bailando del pavor que siente. Tanto de uno como del otro.
El que camina hacia atrás con la remera blanca de vivos rojos a los costados, respira buscando sacarse un peso de encima. Espía de reojo al rival, al portero, que agazapado como una fiera, pretende ahogarle el grito de gloria. Intentará dar libertad, al fin, al grito de gloria. El guardameta suda como si estuviera bajo una lluvia intensa pero, se inclina y apoya sus manos sobre las rodillas esperando el zapatazo. Comenzó la corrida a la pelota, ¿Cuánto dura la carrera del jugador hasta que explota el empeine de su pie sobre el balón? Aquellos instantes habrán sido una eternidad para los hinchas que esperaban, para los que querían gritar de pasión. El zurdazo implacable conecto con la bola de cuero y el tiro dibujó una parábola prácticamente inexplicable hacia la derecha del pateador, a la izquierda del arquero. El cancerbero, contuvo la respiración y se lanzo al aire como un pájaro intentando capturar una presa. El vuelo, que no duro más que unas milésimas de segundo, inmortalizado en un la primera plana del diario del lunes, fue glorioso, magistral, poético. Los dedos que podrían doblegarse, no lo hicieron. La había tocado y ahora rodaba afuera. Lo había conseguido, había salvado el gol. Era el héroe sino fuera que el réferi marco que los defensores se habían adelantado. Había que repetirlo.  
Misma ceremonia, mismos nervios, mismo delirio en las gradas. Se volvía a repetir los insultos al árbitro por hacer repetir el penal. Y apareció la duda, ¿debía volver a repetir el pateador? ¿Debería cambiar? No. El insistente goleador tomo la pelota y acomodo para ser el héroe o verdugo. Sonó el pitido y la multitud exploto de locura, nuevamente las manos mágicas del portero contuvieron el penal. Despejo hacia el corner la pelota evitando un rebote que lo fulminara, que le volviera a ahogar la alegría. Estaban a un paso de la corona. No había dudas que era toda de ellos. No había dudas que ese día los héroes existieron y se calzaron los guantes de arquero y las alas para hacerlo volar bien lejos. Más alto que los demás.

jueves, 2 de febrero de 2012

El juego


Estaba aburrido y decidí inventar un juego. Uno donde todos los participantes tienen que ser quienes son. Donde todos están en igualdad de condiciones para conseguir el objetivo planteado. Donde no hay ventajas para uno ni otros.
A lo largo del mismo, no se puede olvidar el objetivo. Las reglas, básicamente, se basan en no perder la esencia que nos diferencia de los demás. Si, por algún motivo, causa o razón, alguno de los participantes cambia y comienza a actuar de la manera que otro le sugiere, quedará automáticamente eliminado. Lo mismo sucederá con aquel que manipule, invente o seduzca con palabras y sentimientos ficticios al resto o alguno de los jugadores. Está terminantemente prohibido hacer alianzas para descalificar a otro competidor. En ese caso, los que pacten contra otro, u otros, no tendrán éxito en este emprendimiento y correrán la misma suerte que los manipuladores.
Dentro de las posibilidades válidas y aceptables, están crecer, madurar, aprender, aprehender, entender, aceptar y decidir. Todas estas opciones, todas por uno mismo. Ya hemos dicho que suceden con las alianzas y las maniobras de otro sobre la voluntad de uno por lo que lograr dichas metas en el camino deberán ser por cuenta de uno y, lógicamente, en plena interacción con el medio que lo rodea. Es lo que fundamentalmente se alcanza con la experiencia propia de interactuar con personas. Siempre consiguiendo la luz necesaria para ver en las sombras es de uno por uno por más que nos quieran iluminar con linternas prestadas.
Este juego no tiene ganador ni ganadores, no. Tampoco tiene un tiempo mínimo, o máximo, de duración. No. Aquí solo existe un premio que no se da ni al principio ni al final, se consigue a medida que se transita por el juego. El entenderlo y participar en él de manera justa y noble, depende de cada uno. La eliminación la hacen los participantes. El jurado, la consciencia. El ganador, aquel que al emitir el ultimo suspiro de vida es feliz de saber que siempre fue leal a uno mismo sin dejarse manipular por aquellos que se prendieron parasitariamente del bienestar o el éxito conseguido. El que dio el amor, desinteresadamente, cuando la tormenta era más fuerte solo por eso, por amor. El que a pesar de las piedras del camino, consiguió escalar la montaña más alta sin doblegarse ante las dificultades. Algunos podrán ser ganadores, otros se colgaran laureles ajenos y, muchos, creerán ganar pero, todo lo contrario, estarán sumidos eternamente en un juego paralelo donde nunca podrán salir victoriosos. Será un juego largo, difícil y, muchas veces, cuestionado pero, es un desafío para cada uno, vale la pena aceptarlo. ¿O no?

miércoles, 1 de febrero de 2012

La realidad que duele


Estamos sumidos en un estado total de caos. La ley solo se aplica en algunos casos y la realidad que nos espera en los sucesivos días no parece ser diferente. Salir a la calle es una aventura, como recorrer una selva o escalar una montaña. Es casi tan riesgoso como cualquiera de esas dos actividades. Viajar, sea en el medio que sea, es una odisea. Los escapados de algún neuropsiquiátrico están al volante. Todos los que conducen saben que es así. Ya no se disfruta manejar, ahora se tensa el cuerpo y se buscan posibilidades de evitar colisiones.  Se han vuelto moneda corriente, desgraciadamente, la falsedad, la violencia, el abuso, la falta de respeto, el desamor. Tengo dudas si lo que llamamos vivir en la Argentina puede ser así. Creo que si cada noche, cuando nos acostamos, podemos agradecer lo que tenemos y el día que se va, somos unos afortunados, hemos sobrevivido un día más. La suerte sigue de nuestro lado. Pero, no hay que tentarla, vaya a ser cosa que el siguiente número sea el nuestro y acabemos mirando las flores crecer desde abajo.
Los derechos, y los izquierdos, son exclusivos del que va de contramano con las normas y buenas costumbres. Para ellos si hay un artículo que los proteja, para el que sufre los efectos que estos producen, no. Y cuidado con responder a las agresiones, el victimario se convierte en victima y con el traje de cordero se hacen invisibles los dientes del lobo.
Homicidios múltiples, violaciones, desapariciones, cortes de ruta, son algunas de las cosas que se ven diariamente. Y no hace falta leer los diarios para enterarse, todos estamos inmersos en este infierno. Todos somos testigos, victimas, daños colaterales o, simplemente, uno más a quien le puede tocar.
Esta correría nos esta llevando a un camino sin salida, a un abismo del cual no podremos salvarnos. Tenemos la posibilidad de cambiar y, sin embargo, vamos en sentido contrario. No es mágico ni milagroso, no, se trata de comenzar desde uno para que las altas esferas, los que tienen el poder de provocar los cambios de las masas, vean que la realidad necesita un drástico cambio de rumbo. Es necesario salir del baúl, de dejar el pasado donde está y aprehender de él para no seguir tropezando con las mismas piedras, cayendo en los mismos pozos y sucumbiendo ante las mismas falencias. Hoy está perdido pero no dejemos que mañana sea igual. Hay que dejar afuera las camisetas partidarias y que la celeste y blanco, esa que hace 200 años flameo por primera vez, sea la que nos una. Por vos, por mi, por nuestro futuro y de los argentinos que vendrán.